COLUMNISTAS
¿Cortés y valiente?

David Rabinovich, periodista, San José. Columnista de EL ECO. Como el bichito de la humedad, cuando me siento amenazado me enrosco hasta ser una bolita chiquita. Es el pavor ante la nueva normalidad política.
Llamados a jugar limpio, a la paz, a la concordia, al faire play, chocan con la esencia del sistema, competitivo e individualista. Resulta complejo, verdaderamente farragoso, seguir la multiforme vida política uruguaya. No en vano teníamos -antes de la pandemia- el carnaval más largo del mundo y supongo que –con esta postergación de las departamentales- el proceso electoral más extenso.
Resulta que los protagonistas de estas contiendas cívicas somos de derechas, de izquierdas o de centros, con todos los matices imaginables. Además está eso que llaman ‘el populismo’ y que no sería una ideología sino como un estilo, un lenguaje o quizá sólo una estrategia política. Populismo también hay de izquierdas y de derechas. Es en ese marco que aparecen nuevas ultraderechas que se apropian, en parte, de los discursos de izquierda para intentar ocupar el vacío dejado por los fracasos y renunciamientos de los partidos progresistas en las últimas tres décadas. Renunciamientos y fracasos que continúan los de la socialdemocracia. A ese panorama desalentador se suman ‘la caída del muro’ como representación del fracaso del modelo autoritario de izquierda, la deriva de los movimientos armados de liberación hacia el terrorismo o el abandono de horizontes utópicos que motivaron tantos años de luchas populares.
Con el neoliberalismo triunfante viene la crisis de los partidos tradicionales en su versión liberal – republicana, la de la izquierda y la de las ideologías… Es el intento de desacreditar la política como instrumento de mejorar la sociedad por vías democráticas. Si la democracia no funciona ¿Qué nos queda?
Todo nuevo gobierno puede decir, con sobrados argumentos: “No puedo resolver en dos o tres meses, ni en dos o tres años, problemas generados por historias que tienen décadas”. Es razonable, claro. Pero se sabe que los problemas son tales desde hace años, aunque no siempre nos pongamos de acuerdo en sus causas. Porque el sistema se niega -nos niega- a la posibilidad de reconocerse como ‘el problema’.
Los progresismos fracasan: ¿por yerros conductivos? ¿Por el desgaste ‘natural’ después de algunos años de gobierno? ¿Porque la economía mundial no puede sostener el crecimiento infinito y el sistema no funciona sin él? Así se valida la idea de la corrupción generalizada opuesta a una proclamada superioridad moral que rechaza a la política que negocia y administra los conflictos…
Hubo una época en que tenían radios, apasionados radialistas y diarios, periodistas de fuste. Hoy se multiplican los medios que son cada vez más y más potentes desde el punto de vista tecnológico; están en manos de ‘inversores’, gente de negocios a los que no interesa el periodismo, ni el derecho de la sociedad a estar bien informada.
Para los mercaderes la sociedad ni siquiera existe; sólo individuos. El mercado es el lugar de sus ‘encuentros’. Los individuos concurren al mercado de la información: curiosos en busca de diversión o ambiciosos en busca de ganancias. Una tercera opción, más terrible: Los oportunistas que recurren a los medios en busca de poder; mercenarios de la peor calaña que por dinero o fama venden el alma al diablo. Hasta tres veces porque son más ‘rápidos’ que el mismísimo demonio.
Entre la peor política imaginable, la mezquindad de los nuevos Medios y la de los viejos, renovados, ¿en qué queda la gente y sus derechos? Los derechos son algo que se ‘reconoce’, no se otorgan. No es algo que alguien te da, ni que te pueden quitar. Los derechos humanos esenciales son aquellos que nadie puede sacarte.
¿Hay derechos más importantes y otros menos esenciales? Con la Revolución Francesa surge lo de ‘primera generación’ (1): son derechos individuales que se corresponden con los civiles y políticos. Fundamentalmente sirven para proteger al individuo de los excesos del Estado.
Los de ‘segunda generación’, los económicos, sociales y culturales, relacionados con la equidad y la igualdad, comenzaron a ser reconocidos por los Estados Nacionales y gobiernos de distintas ideologías después de la Segunda Guerra Mundial. Aseguran a los diferentes miembros de la ciudadanía igualdad de condiciones y de trato. Incluyen los derechos relacionados con la protección del trabajo en todos sus aspectos. Los derechos a vivienda, a la educación y a la salud, así como la seguridad social y las prestaciones por desempleo…
De ‘tercera generación’: son los colectivos, de la solidaridad o emergentes. Precisan para su realización de una serie de esfuerzos y cooperaciones en un nivel planetario. Normalmente se incluyen en la tercera generación derechos heterogéneos como el derecho a la paz, a la calidad de vida o las garantías frente a la manipulación genética.
Pero con la revolución tecnológica surgen nuevas amenazas y con éstas, nuevas generaciones de derechos… Al medio ambiente o relacionados con la bioética. Los relacionados con las nuevas tecnologías… Cada vez más complejo, el conjunto de nuestros derechos humanos requiere de una sociedad consciente y organizada mundialmente. Aunque crece la virulencia del enfrentamiento entre izquierdas y derechas. Éstas vienen por todo: a las mejores conquistas sociales, el individualismo más feroz, al conocimiento científico, su uso propagandístico.
Hay quienes hablan de cinco generaciones de derechos humanos vinculados a las reivindicaciones de diferentes grupos sociales: Civiles y políticos, proclamados por la burguesía. Económicos, sociales y culturales, propios de los movimientos obreros y antiesclavistas. Los derechos de los pueblos y sectores diferentes, incluyendo las luchas de descolonización y feministas. Ambientales, definidos como derechos de las generaciones futuras. Los relativos al control del cuerpo y la organización genética de uno mismo, enfrentados a la mercantilización de la vida.

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