COLUMNISTAS
Cuando el envase importa más que su contenido…
Por Fernando Gil Díaz – “El Perro Gil”- En mayo de 2014, José Mujica y una delegación oficial, visitó EEUU en una recordada visita de un tupamaro ungido Presidente de la República Oriental del Uruguay, en misión oficial al país del norte. Entre la delegación estaba el fallecido Eduardo Bonomi, quien tuvo un peculiar intercambio con el actual presidente de USA – Joe Biden. En la ocasión, durante la visita a la Casa Blanca, el entonces vicepresidente le observaba con insistencia al punto que Bonomi se sintió algo incómodo, hasta que –traductor mediante- se disipó el origen de aquella singular atención vicepresidencial. “Si yo tuviera su pelo, sería el Presidente de los EEUU”, le tradujo la joven traductora ante un perplejo Bonomi que no daba crédito a semejante confesión. Ese hecho que el propio Bicho relató en más de una ocasión, sintetiza lo que estamos viviendo hoy los uruguayos a raíz de la noticia del implante capilar de nuestro primer mandatario. La imagen, la bendita imagen física, esa que se trivializa a extremos como el referido, hacen parte de una estrategia que podrá dar sus resultados pero que peca de una inmoral frivolidad que debieran atender sus protagonistas. Aquello de “no tiene un pelo de tonto”, ya no rinde en tiempos donde los tontos se pueden implantar pelos y engañar a su público…
Capilaridad sobrexpuesta
Era un secreto a voces que el joven candidato herrerista perdía el pelo, pero no las mañas. Pero, también era notorio que no estaba dispuesto a lo primero bajo ningún concepto y a poco de asumir se notó que había tomado la decisión de revertir su alopecia a como diera lugar. Claro que nadie pensó que lo haría aún a riesgo de cometer un tremendo acto de frivolidad en medio de una pandemia que nos puso en el primer lugar de fallecidos cada 100 mil habitantes… en el mundo!
A pesar del esfuerzo –logrado- de una detallada y muy bien dirigida campaña mediática que logró convencer a la mayoría de los uruguayos sobre la gestión de la pandemia, a la luz de los hechos de los últimos días es dable pensar que había una manifiesta intención de disimular una gestión presidencial de corte absolutamente personal que abusó de las prerrogativas republicanas para un beneficio banal y propio del presidente.
El foco puesto en la gestión y en las decisiones del primer mandatario, liderando las conferencias de prensa y eludiendo cualquier referencia al músculo sanitario heredado –verdadero artífice de la victoriosa gestión- tenía un doble objetivo (político y personal) que supo capitalizar durante bastante tiempo.
Así como en materia de seguridad quisieron apropiarse de los efectos de la pandemia, en este caso se aprovecharon (también) de ella para disimular un tratamiento estético y personal del presidente, mientras en el país llegaron a morirse 70 uruguayos por día de Covid-19. El Periodista Aldo Silva tuvo la osadía de decir lo que muchos pensaban en tiempos en los que el presidente encabezaba la información oficial, salvo cuando los muertos llegaron a esa cifra donde hizo mutis por el foro. Al periodista lo demonizaron en las redes sociales.
Un informe de Sudestada da cuenta del ingreso al país del médico capilar del presidente durante el cierre de fronteras decretado por la emergencia sanitaria, usando un decreto excepcional que le habilitó el ingreso. Una excepción que hoy se lee como un exceso de frivolidad que seguramente aumentará el porcentaje de descontento que hoy ronda el 56% según publicó Factum, recientemente.
Claro que para muchos eso no pesará y seguirán defendiendo a su líder, pero es evidente que –a pesar del pretendido desmentido del cirujano en cuestión- no han podido argumentar hasta ahora, cuáles son las razones de necesidad impostergable que fundamentaron su ingreso al país. Porque muchos uruguayos no han podido –siquiera- despedir a sus seres queridos dentro de fronteras, ni pensar venir del exterior para hacerlo. Otros tampoco pudieron realizarse tratamientos (ni siquiera oncológicos), ni poder concurrir a recibirlos en el exterior, pero… nuestro presidente sí pudo hacerse sus implantes capilares.
El gobierno ha iniciado, hace meses, un derrape político que lo tiene a la defensiva un día sí y otro también. Le han surgido muchos frentes y todos de su propia autoría, a pesar de los burdos intentos por tratar de socializar las derrotas culpando al Frente Amplio.
Lo hacen con la seguridad, donde ya no se comparan con sí mismos –como afirmó el propio presidente- y hurgan hacia atrás para compararse con la pasada gestión. Ellos, sí, los que se decían preparados para todo.
Llevan casi tres años de gestión y siguen apelando a la herencia maldita, cuando en realidad arroparon y potenciaron a un delincuente que les instaló su organización en la mismísima Torre Ejecutiva. Un caso que todavía no desplegó todos sus efectos.
Si la alopecia era un problema para el presidente, hoy seguramente lo es mucho más.
Los uruguayos no estamos acostumbrados –todavía- al nivel porteño de la superficialidad extrema, a pesar del pertinaz y abrumador despliegue de la grilla oriental que nutre de espectáculos de ese tenor a la pantalla chica.
El tiempo dirá si al presidente se le seguirá cayendo el pelo o no, pero lo que sí deberá atender es la caída libre en las encuestas, porque esas caídas no se recuperan con implante alguno…
el hombre se miraba al espejo,
el perro ladraba la caída de un mechón…
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