COLUMNISTAS
El conventillo de Luis
Fernando Gil Díaz. De niño solía deleitarme con las revistas de historietas y entre estas una de las que más me gustaba eran las de “El conventillo de Don Nicola”. Una tira del dibujante y escritor de historietas argentino – Héctor Torino – creador, también del personaje de Larguirucho, orientalmente inmortalizado por el excanciller Bustillo y su recordada respuesta al periodista Leo Sarro… “No te escucho!”. Lo del conventillo viene a cuento de los tristes y enredados episodios que viene protagonizando el gobierno del presidente Lacalle Pou, el propietario indiscutido de este inquilinato multicolor que arrendó nuestros destinos baja la incumplida promesa de regalarnos los mejores 5 años de alquiler. Años que todavía brillan por su ausencia. El conventillo en que se ha convertido este gobierno nos guardará -todavía- muchos episodios más que ni aquel ni ningún escritor de historietas podría haber imaginado. No es el de don Nicola, este es el conventillo de Luis…
Luis hablando en “cocoliche”
Siempre me gustaron las historietas de “El Conventillo de don Nicola” por el humor absurdo que manejaba. Con un personaje que hablaba en cocoliche (una mezcla de castellano y dialectos italianos), sus escenas retrataban el clima de una época singularmente rica de las casas de inquilinatos que abundaban por los barrios del Buenos Aires de los años sesenta. Una realidad muy similar a la uruguaya y donde el humor recurría muchas veces al absurdo para pintar aquella realidad de los populares conventillos.
Y en todo conventillo se dan infinitas situaciones que hacen a la vida misma, escenas donde la realidad supera toda ficción muchas veces y seguramente esa particular forma de exagerar la realidad también haya sido fuente de inspiración para los creadores de aquellas formidables tiras cómicas.
Seguramente hoy no sean dibujantes sino libretistas de carnaval los que harán caudal de todo el volumen de episodios que está aportando este gobierno y del que no da tiempo a hacer la síntesis de un caso que lo cubre otro aún peor. Una vorágine de asuntos -a cuál más grave- van dando la tónica del verdadero conventillo en que se ha convertido este gobierno y donde los “inquilinos” hacen méritos para el cargo con enfrentamientos y acusaciones mutuas que hacen honor a la comparación.
¡Vaya si les dio letra esta administración! Basta con repasar los casos de Astesiano y la asociación para delinquir montada en el piso 4 de la Torre Ejecutiva por el Fibra, “un profesional intachable” (una de las frases del “cocoliche” lingüístico de Lacalle Pou); o la entrega del pasaporte a Marset, “un narco peligroso y pesado” al que “no había otra opción legal que otorgarle el pasaporte” (otra frase en cocoliche).
Pero el conventillo tuvo otros inquilinos que no fueron menos. Hubo tiempo para un ministro que se decía Licenciado y no tenía título, cometiendo (este sí) el delito de usurpación de título pues durante años se arrogó el mismo sin tenerlo (por más que luego lo obtuviera, durante el tiempo que se dijo ser cometió el delito). Sin embargo y a pesar de haber renunciado al cargo de Ministro, ocupa su banca en el Senado sin arrepentimiento alguno.
O el caso de la ex ministra Moreira, otra que funge sin remordimientos en su banca del Senado luego de ser descubierta por entregar viviendas a dedo a sus correligionarios. Una herida abierta que no perdona Cabildo Abierto y que tironea a la coalición de forma recurrente. Claro que Manini amenaza pero no concreta, al final siempre termina votando con los socios en una hipócrita actitud a la que las encuestas empiezan a medir sus consecuencias.
Cardoso y sus negocios comprando publicidad a Kirma en plena pandemia, durante su corta estadía por la cartera de Turismo; Albisu y su bolsa de trabajo para militantes y ediles de su sector político en la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, renunciando al cargo pero dejando intactos a los designados. Todo ello con el consentimiento expreso del propietario del conventillo, por supuesto.
Y ni hablar del caso Penadés, que dejó al desnudo una trama oculta de manejo del poder para evitar la inculpación y obtener la identidad de las víctimas que denunciaron bajo reserva. Todo ello con la complicidad de funcionarios policiales y la sospecha intacta del conocimiento de las máximas autoridades de la cartera, algo que todavía es parte de la investigación.
Ser y parecer
No alcanza con decir si a lo dicho no se le agrega acción; la sanata enardece a la opinión pública que no tolera que se le mienta o no se le aclaren los hechos con la verdad como premisa. “Guarda la tosca que no vale mentir”, no debe ni puede ser un mero eslogan y el Presidente tiene la obligación de cumplirlo.
Pero es bien cierto que no hay conventillo sin conflictos; las relaciones humanas tienen eso como aditivo casi siempre, y no es para cualquiera la tarea de saber administrarlos o hacerlo de manera correcta. Claro que lo mejor sería que no hubiera siquiera conventillo, pero cuando los acuerdos implican convenir en un único objetivo de sacar a un partido del gobierno y no hay un rumbo claro, pasan estas cosas a la primera dificultad. Mucho más si las “dificultades” se hacen una constante.
Hay que ser y parecer, siempre, no solo para la tribuna.
El Presidente nos trata como si él fuera Bustillo, pero con la diferencia que los uruguayos no somos tarados… ni anormales.
el hombre regenteaba el conventillo,
el perro, su propia casilla…
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