El partido de los pobres

David Rabinovich, San José, con primavera a la vista. Columnista de EL ECO. Como promesas son deudas, intentaré saldar una de las tantas que tengo. Terminaba una nota sobre “El partido de los ricos” anunciando que también escribiría sobre el de los pobres.
Recurro, para la redacción de estas líneas, a “El socialismo democrático frente a liberales y antiliberales” un artículo publicado en la revista ‘Nueva Sociedad’ (1), cuyos autores son Adrián Velázquez Ramírez y Francesco Callegaro.
Justicia social. “El surgimiento de una derecha iliberal con capacidad de movilización popular se nos presenta como un auténtico desafío político e intelectual.” Y por eso se preguntan los autores sobre “el lugar que tienen los valores liberales dentro de la propia izquierda”.
La idea de “igualdad de todos los ciudadanos frente a la ley permitió dar cauce a buena parte del impulso revolucionario” propio de la Revolución Francesa. Pero en esa época también surge “La libertad de contratar o vender fuerza de trabajo, con la única condición de que esta transacción expresara el mutuo acuerdo entre las partes” a pesar de ser evidente “… la asimetría de los sujetos concretos que establecen este vínculo”.
Para el liberalismo, lo social no es más que “una aglomeración de individuos cuya función coordinadora únicamente podía ser ejercida por el mercado en el marco jurídico definido por el Estado”. Para las ideas socialistas emergentes (primeras décadas del siglo XIX) “Socializar la libertad significaba completar la tarea revolucionaria (de la burguesía) poniendo sus conquistas al alcance de todos, buscando establecer la solidaridad ahí donde se descubría subordinación”.
La libertad es, para los liberales, “ausencia de interferencia garantizada por las leyes” para los socialistas, un conjunto de derechos emanados de obligaciones socialmente vinculantes. Con las palabras de Pierre-Joseph Proudhon «El hombre más libre es aquel que guarda más relaciones con sus parecidos”.
Pluralismo. Mientras que “Para el liberalismo, los clubes, partidos, mutuales, cooperativas y sindicatos representaban un cuerpo extraño situado entre el Estado y el individuo”. Por otra parte para el socialismo se trata de “una forma de organización capaz de fortalecer los lazos de solidaridad que al mismo tiempo condensaba las dinámicas políticas.”
Vistas así las cosas “El derecho es entonces social porque procede de la sociedad y sus grupos organizados, no porque se ocupa de cuestiones ‘sociales’ o ‘económicas’. El énfasis está puesto en su modo de producción (social) y solo secundariamente en su objeto”.
¿En el entramado diverso y complejo de la sociedad, el Estado se puede considerar una entre muchas asociaciones?
Surge a mediados del siglo XX la idea de “El Estado social de derecho” en el que hay libertades dignas de ser preservadas, defendidas y profundizadas. Si se legitima el disenso es posible incluso poner “en cuestión las relaciones de producción.” La adhesión de los estamentos bajos y subordinados de la sociedad “a las instituciones y procedimientos de la democracia representativa (provoca) una ampliación y una transformación tanto de los valores del liberalismo como de sus instituciones”.
Con acierto señalan los autores: “… la falta de voluntad de una burguesía entorpecida y cínica para aceptar estos cambios y ser coherentes con sus propios principios había apartado definitivamente a las clases dominantes del sendero democrático y las había puesto en el camino de la dictadura, tal como lo evidenciaba el fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania.” En nuestras latitudes son los golpes de estado, las intervenciones imperialistas, el Plan Cóndor … los Piñera, los Macri, los Bolsonaro…
Efectivamente, aunque “el liberalismo no contiene dentro de sí los propios antídotos de su deriva autoritaria”. ¿Puede pensarse en una democracia “caracterizada por la participación efectiva de los grupos en las decisiones del gobierno a partir de las mediaciones necesarias para hacer del antagonismo social un principio productivo y generador de orden? Las libertades que aseguraban la participación social y política representaban, en este sentido, una condición indispensable para que el Estado pudiese cumplir cabalmente su función social: la de organizar la cooperación social”.
Fundamentalismo de mercado. Puede aceptarse que “el neoliberalismo se perfiló como un contraataque frente al auge del socialismo democrático” Para Friedrich Hayek “la justicia social resultaba… un sinsentido que había llevado a la propia subversión del liberalismo”. Para Velázquez y Callegaro “el neoliberalismo no surgió para agregar un complemento político y gubernamental al liberalismo económico del siglo XIX, sino más bien para reafirmar la misma tradición liberal, económica y política con el objetivo de frenar la tendencia al gobierno democrático de la sociedad.”
Se impone “una forma de pensar que hace ilegible la sociedad, al reducir cualquier relación social a un encuentro interesado entre individuos en el mercado”.
“En un momento en el cual la crisis del neoliberalismo se agudiza” y lo que asoma parece peor, no se trata de defender el liberalismo ni de “volver a recorrer la senda del socialismo democrático” como propone la nota. Aunque si “Se trata de una tarea que supone una alianza intelectual y política, pues requiere la capacidad de sostener una mirada a la vez histórica, sociológica y jurídica sobre las prácticas, capaz de resaltar la presencia activa de aquellas tendencias que, en respuesta a la deriva autoritaria del neoliberalismo en crisis, apuntan hoy a la definición de nuevos derechos sociales…”.
El partido de los pobres. Es en el marco amplio de la muy interesante polémica que nos propone Nueva Sociedad donde –creo ver- la vigencia de un partido político en Uruguay y quizá más allá de fronteras, que represente a los pobres. En el doble sentido de la representación, por defender derechos y aspiraciones de los sectores desposeídos tanto como por tener el reconocimiento y apoyo de ellos. En nuestra realidad ese partido es el Frente Amplio. Son de recibo las muchas críticas que merecen los errores, los renunciamientos, las carencias y las lacras que se pegan a lo largo del largo camino que ha supuesto un tránsito complicado. De aquella izquierda testimonial a este progresismo protagonista hay toda una correntada histórica. Son aguas en las que ya no podremos sumergirnos porque fluye una realidad diferente. Reconozco y me reconozco en los principismos irredentos de tantos compañeros que se bajaron, por las más diversas razones, de esta organización política. Pero el Frente trasciende a sus dirigentes para constituir la herramienta que se dio el pueblo uruguayo en su camino histórico hacia la unidad –sin exclusiones- de los “orientales honestos”. Este Frente, que no es socialista pero sí antiimperialista y anti oligárquico por definiciones fundantes, está llamado a cumplir objetivos trascendentes para la sociedad. Para ello en primer lugar debe asumir su rol de Partido de los Pobres y aceptar que es su rol irrenunciable enfrentar los designios del Partido de los Ricos.
(1) https://nuso.org/articulo/el-socialismo-democratico-frente-liberales-y-antiliberales/