COLUMNISTAS
La (in)seguridad (en) de la sociedad
8.500 niños mueren cada día de desnutrición. Según las estimaciones de Unicef, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la División de Población de Naciones Unidas, se calcula que 6,3 millones de niños menores de 15 años murieron en 2017 por causas, en su mayoría, prevenibles.1 Muchos millones más sobreviven en condiciones inhumanas.

Por David Rabinovich, periodista, San José
Irracionalidades injustas
Según UNICEF, mueren cerca 2.800.000 niños al año por causas que tienen que ver con la desnutrición. Sin embargo “entre 2007 y 2014, los consumidores estadounidenses desperdiciaron casi medio kilogramo (422 gramos) de alimentos por persona al día, lo que supone tirar a la basura una cuarta parte de la comida y un 30% del consumo diario de calorías.”
Las estimaciones surgen de un estudio, financiado por el Departamento de Agricultura de EEUU, que analiza, además, el impacto ambiental de semejante desperdicio.
En todo el mundo hay preocupación por el costo que significa para la sociedad atender las urgencias de los hambrientos casi siempre mal y tarde. En la inversión social que implica cuidar los derechos básicos de la población más empobrecida, trabajan las políticas relativas a la seguridad social. Allí está buena parte de eso que suelen llamar “gasto público” o “costo del Estado”.
Ocurre también que no se mide el costo de oportunidad que significa abandonar amplias capas de la población a su suerte. Porque eso también tiene costos de todo tipo, incluidos los económicos y financieros. Hay una lógica perversa en el sistema que no es fácil desentrañar; más difícil resulta explicitarla. El capitalismo tiene los ojos puestos en la evolución de la ganancia y la rentabilidad (que no son la misma cosa). La ideología dominante impone la idea de que si no existen ganancia y renta, el mundo se para. En la medida que los capitalistas no admiten que exista una tasa razonable o razones para limitar la voracidad sin límites del afán de lucro, se hace cada vez más difícil atender razones humanitarias y lógicas de solidaridad y cooperación.
En el estudio mencionado se señala que para el cultivo de esos “alimentos que terminan en la basura se utilizaron 15 billones de litros de agua (equivalente al consumo de todo el sector agrícola español), 350.000 toneladas de pesticidas y 12 millones de hectáreas de terreno, lo que supone un 7% de todas las tierras de cultivo cosechadas en el país norteamericano y de las que más de la mitad, un 56%, están dedicadas fundamentalmente a la alimentación animal.”
Según Oxfams
“El desempleo masivo, las interrupciones en el suministro de alimentos y la disminución de las ayudas a causa de la pandemia podrían causar hasta 12.000 muertos por hambre al día en el mundo a finales de este año” Una tasa de mortalidad mayor a la del Covid-19 (10.000 fallecidos diarios).
En 2019, se estima que 821 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria, por lo que los investigadores creen que “la pandemia es la gota que colma el vaso para millones de personas que ya luchan con los impactos del conflicto, el cambio climático, la desigualdad y un sistema alimentario roto que ha empobrecido a millones de productores y trabajadores de alimentos.”2
Miopía inducida
El debate sobre cambios en el Banco de Previsión Social (BPS) que se procesa en Uruguay requiere de marcos más amplios de discusión. No basta apelar a que ‘El Estado’ debe hacer lo que pueda con los recursos de que dispone “sin afectar la economía” Ese es un relato interesado y falso.
El BPS es una parte importante del imperfecto sistema de la seguridad social que hemos construido. Aunque si no es más eficiente no es por falta de recursos, sino por la apropiación indebida de los mismos en pocas y poderosas manos. Un reparto justo debería ser la base de partida del nuevo acuerdo social. Justo y solidario sí. Porque las sociedades más seguras son las que mejor reparten y no las que más reprimen.
Está bien que se discuta qué nos toca, del excedente económico, al final de nuestras vidas (¿útiles?). Pero debe considerarse que la seguridad social acompaña -o abandona- al ser humano desde antes de nacer y durante toda su trayectoria vital. Estamos ante un problema político que refiere al reparto, la producción tiene resuelto los desafíos de proporcionar todo lo básico y necesario a todos y todas con holgura. De la mano de los avances tecnológicos la productividad del trabajo social se ha incrementado en los últimos 200 años más que en toda la historia anterior de la humanidad. Pero no ha sido para beneficio y disfrute de todos. Bastaría repartir el trabajo disponible con racionalidad y los beneficios con equidad, justicia y sentido solidario.
Tiempos oscuros
Vivimos la era de la derrota del homo politicus ante el homo economicus.
Una nota en ‘Página 12’ lo ilustra.3 Se ha impuesto “… la artificial diferenciación de las esferas política y económica que ha generado una “naturalización” y deshistorización de la existencia de la institución del mercado y, por lo tanto, una enorme dificultad para mostrar la naturaleza social y de clase de la apropiación del excedente económico en la relación capital-trabajo.” Se cuestiona la legitimidad de “los Estados nacionales para garantizar las condiciones de regulación de la fuerza de trabajo y el sistema de propiedad”. La democracia incomoda al capital. Por eso en cualquier geografía la composición del bloque de poder determina la capacidad de “implementar efectivamente políticas públicas que modifiquen el patrón de generación y distribución de la riqueza”. Políticas públicas que están en el centro de toda política de seguridad social que mire por los derechos de las personas.
Es un desafío enorme asegurar en la realidad “la legitimidad de origen democrático para llevar adelante las regulaciones que pongan un dique de contención a la acumulación de riqueza en cada vez menos manos y revertir, de esta manera, este presente de degradación económica, política y cultural en el que deben sobrevivir las clases populares.”
Enfrentar la pandemia
En un año aprendimos más sobre cooperación y solidaridad que en décadas de luchas políticas. Hoy vemos a los países ricos acaparar vacunas de forma irresponsable y a las empresas aumentar sus ganancias de maneras indecentes. Nunca estuvo tan claro y a la vista quienes son los indispensables en la vida social. Ni quienes los parásitos oportunistas. El ‘gran ladrón’ nos mira, nos apunta, y grita: ¿La plata o la vida?
1 https://eacnur.org/blog/cuantos-ninos-mueren-de-hambre-al-dia-tc_alt45664n_o_pstn_o_pst/
2 https://www.france24.com/es/20200710-pandemia-muertes-hambre-covid-oxfam
3 https://www.pagina12.com.ar/326154-el-capitalismo-en-argentina
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