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¿La vejez, es solo biología? (III)

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Celia Vence

Por Celia Vence. Es complejo visualizar la condición de los viejos a través de las diversas épocas. De la literatura se desprende una imagen de la vejez, variable según los tiempos y los lugares. Lo mismo que en las artes, pinturas, esculturas, teatro, etc. ¿pero qué relación tiene con la realidad?, en cuanto que, hasta el siglo XIX, por ejemplo, no se menciona a los “viejos pobres” y de las viejas nadie habla, pasan silenciados en la historia ¿qué pasa en China con una condición privilegiada concedida a los mayores?
¿qué pasa en las sociedades occidentales?

La excepción China: en ninguna región la civilización fue durante tantos siglos tan rígida como en China, ni tampoco tan jerarquizada, siendo una civilización con un poder concentrado y autoritario. El hijo obedecía a su padre y el menor, al mayor; los matrimonios eran impuestos por los mayores. La autoridad del jefe no disminuía con la edad. La mujer -muy oprimida de joven-, al llegar a vieja adquiría un mejor estatus, tenía incidencia en la educación de sus nietos y la ejercía fuertemente. Después de los 70 años, los hombres renunciaban a sus cargos para prepararse para la muerte; aunque conservaban su autoridad, pasaban el gobierno de la casa a su hijo mayor.

Confucio acercó la vejez a la sabiduría: “a los 15 años me dediqué al estudio de la sabiduría, a los 30 me afirmé en él, a los 40 ya no tenía dudas, a los 60 no había cosa en el mundo que pudiera chocarme, a los 70 podía seguir los deseos de mi corazón sin transgredir a la ley moral”.

En esa época los hombres viejos eran pocos, las circunstancias sanitarias y sociales no favorecían la longevidad, observando que en el taoísmo ésta aparece como una virtud por sí misma; está en el neo taoísmo chino, que el fin del hombre es la búsqueda de la “larga vida”.

En la literatura china los jóvenes suelen lamentar la opresión de que son víctimas. Pero la vejez jamás es denunciada como un azote o un castigo.

En cambio, en Occidente el primer texto conocido sobe la vejez traza de ella un cuadro sombrío. Se encuentra en Egipto, y fue escrito en 2500 antes de Cristo por el filósofo y poeta Ptha-hotep: “qué penoso es el fin de un anciano! Se debilita día a día; su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos, sus fuerzas declinan, su corazón ya no conoce descanso, su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y le es imposible recordar hoy lo que fue ayer. Todos los huesos le duelen. Las ocupaciones a que se entregaba antes con placer sólo se cumplen con dolor y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que pueda afligir a un hombre. La nariz se le tapa y no puede oler nada más”.

Esta enumeración oscura de los achaques de la vejez la encontraremos de época en época y es importante subrayar la permanencia del tema.

En tanto, el pueblo judío es conocido por el respeto de que rodeó a la vejez, inspirados en antiguas tradiciones orales que consideran la longevidad como la suprema recompensa de la virtud.

En el Deuteronomio (5to. Libro Antiguo Testamento), dice Dios: “observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios te da para siempre”.

Urano (el Celestial) engendró la primera de las generaciones de Dioses, junto a Gea (la Tierra), tuvo muchos hijos, pero los tenía bajo tierra, los volvía a la entraña de Gea, mostrando una crueldad y competencia hacia las generaciones más jóvenes, con un afán destructivo y queriendo mantener la supremacía sobre el resto. Esa lucha concluye con el triunfo de los sucesores.

Parecería que en la antigua Grecia la idea de honor estaba unida a la de vejez. Gerón significaba el derecho de ancianidad, el privilegio de la vejez. Sin embargo, y según Homero, la vejez va en tono con la sabiduría, encarnada en Néstor el consejero supremo, el tiempo le ha conferido experiencia, el arte de la palabra, autoridad, aunque está físicamente muy disminuido. Ulises triunfa sobre Néstor y sobre su padre Laertes, pudiendo dejar claro que los viejos tuvieron un papel honorífico más que eficaz.

Al estudiar la edad media, se puede generalizar que los viejos quedan a la retaguardia, relegados, el poder lo tienen los más jóvenes.
Platón y Aristóteles reflexionaron sobre la vejez y llegaron a conclusiones opuestas.

La de Platón está relacionada con sus opciones políticas. Cuando escribió “La República” lamentó que Esparta eligiera como magistrados no a los más sabios, sino a los guerreros. La ciudad ideal según él, es la que garantiza la felicidad de los hombres, la felicidad es sinónimo de virtud y la virtud deriva del conocimiento de la verdad. Son capaces de gobernar después de una educación que empieza en la adolescencia y tiene su punto álgido alrededor de los 50 años. Son ideas gerontocráticas en cuanto que dice que la verdad está en el alma inmortal vinculada con las ideas, y que el cuerpo es sólo una apariencia.

La filosofía de Aristóteles da soluciones muy diferentes. Para él, el alma no es puro intelecto y dice que hasta los animales tienen una y está en relación con el cuerpo; el hombre sólo existe por l unión de los dos. Decía: “una bella vejez es la que tiene la lentitud de la edad, pero sin invalidez”. A su vez, en su obra “la Retórica” pinta la juventud con los colores más vivaces, brillantes, apasionados, mientras a la vejez la presenta con todos los elementos opuestos a los de los jóvenes.

En la historia de Roma, se hace una estrecha relación entre la condición del viejo y la estabilidad de la sociedad. Se supone que hubo un contraste entre la suerte de los longevos ricos respecto a los pobres, según sus bienes era su prestigio.

Particularmente ha habido desde Horacio en los  Epodos , una violencia especial hacia la mujer vieja, describiéndola con repudio al igual que a la hechicera Canidia: Tus dientes son negros, tus senos son fláccidos…, qué sudor, qué horrible perfume…

Ovidio, en Las Tristes, dice el futuro que le espera a su amada: esos rasgos encantadores se alterarán con el desgaste de los años, marchita por el tiempo, esa frente se surcará de arrugas, esa belleza será presa de la implacable vejez…

La mitología germánica también destaca a la juventud por sobre la vejez, invocando el “crepúsculo de los dioses”, la derrota de Odín y los dioses viejos por dioses nuevos, etc. El predominio de lo joven sobre lo viejo, tiene mucha incidencia en la religión del medioevo, el cristianismo, siendo Cristo la figura central y aunque no se olvida al Padre, el “cuerpo de Cristo” es la Iglesia.

Más acá en el tiempo, por el siglo XIII, sigue siendo una excepción que se habla en forma positiva de la vejez, pero en el siglo XIV hay un giro, un renacimiento de la vida urbana, donde el lucro ya no es condenado por la iglesia y el mercantilismo es legalizado…la burguesía prospera. La edad por excelencia hasta los 35 y luego declina, entre los 45 y los 70 es la vejez y a partir de aquí en más, la vejez extrema, lo ideal es llegar en la forma más apacible posible. En toda Europa, se hacen libros de consejos de cómo llegar de la mejor forma a esa etapa. Aconsejan como tomar una persona que les lea (porque van quedando sin vista), cómo hacer un testamento, la conveniencia de dejar algo a los hospicios, amén de que, para los cristianos es época de prepararse para la salvación, siendo exaltada la figura del Salvador.

En el Renacimiento, es incierto ver qué sucedía con la visión de la vejez porque si tomamos como evidencia, los cuadros y pintores de la época, hay expresiones un tanto contradictorias, como el caso de los calendarios que ilustran escenas de la vida familiar: en noviembre, el padre enferma y en diciembre ya agoniza. También grabados y pinturas son dedicados a las edades. En Italia se pintan viejos ricos, con barbas blancas, altivos, venerables, eligiendo figuras de viejos poco benévolas, donde la fealdad es el símbolo de vejez: Noé borracho, Tintoretto que ridiculizaba al viejo. Y están los otros, los que tienen más realeza en cuanto a lo que ponen en el lienzo, sin desmerecer a la vejez, queriendo recrear la realidad, como sucedió con Rembrandt, autor de “Homero ciego”.

Con estos muy magros ejemplos, de tantos que hay en el arte y documentos, podemos concluir que, desde el antiguo Egipto hasta el Renacimiento, el tema vejez, siempre fue tratado en forma estereotipada. Shakespeare, cuando escribe El Rey Lear, aplica estereotipos clásicos: el invierno, el crepúsculo, los viejos no le complacen “muchos viejos tienen el aire de estar ya muertos, son pálidos, lentos, pesados…” (Romeo y Julieta, en defensa de los jóvenes).

Asimismo, sobre fines de los 1600, brotaban por todas partes obras de comedias cuyos temas danzaban siempre en el entorno de los conflictos de y entre generaciones.

Un gran giro tiene el siglo XVIII: la población europea aumenta y se rejuvenece por las mejoras en la higiene y avances sobre salud y tener mejores condiciones significa que la longevidad también aumenta, duplicándose la cantidad de personas mayores de 80 años de edad, pero sólo en el sector privilegiado. Sobre los 1800, una relatoría de época, dice, refiriéndose a los viejos ricos: “a pesar de las enfermedades que les causan los excesos de la buena mesa, la falta de actividad y el vicio, viven diez años más que los hombres de una clase inferior…”

En Inglaterra se desarrollan las mutuales. Magistrados reunidos en 1785, expresan al respecto: si un hombre no puede ganarse la vida trabajando, la sociedad debe garantizar su subsistencia. La asistencia pública fue reformada en ese sentido, y la miseria de los inválidos y ancianos, fue menor. También se multiplica la cantidad de obreros que se juntan para protegerse mutuamente y a través de los seguros, cubrirse en caso de desempleo y/o enfermedad. Pero no en todos lados sucedía lo mismo, en Francia, por ejemplo, fue un período de levantamientos, conflictos, que desembocaron en la revolución.

Escenarios múltiples se suceden en los distintos países, aunque hubo un resultado similar a pesar de las dualidades, respecto al hombre mayor, que pasó a ser muy relevante en su rol de unión familiar y poseedor de riquezas acumuladas (capitalismo junio

Los cambios y transformaciones se suceden en los inicios de los 1800 (siglo XIX) y también en la condición de los viejos y en la idea que la sociedad tiene de ellos. Un aspecto no menor es que se produce un significativo impulso demográfico, donde se destaca el gran aumento de los viejos, que unido a los progresos de la ciencia, lleva a cambiar los mitos de la vejez por un verdadero conocimiento, lo que permite que se cuide y cure a las gentes de edad más avanzada. En esta etapa, podemos identificar al menos tres fenómenos importantes, estrechamente relacionados con el progreso demográfico: la revolución industrial, el éxodo rural a lo urbano y el desarrollo de la clase trabajadora, que comenzó a exigir derechos colectivos.

Sobre mediados del siglo XX, la vejez pasa a tener cada vez más la necesidad de ser tratada seriamente en la Demografía, en la Medicina, en la Sociología, por estar transformándose en una de las etapas más largas de la vida del ser humano. La niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez, todas están determinadas en determinadas franjas etarias no muy lejanas a los 20 años. En cambio, hoy por hoy se toma la vejez a partir de los 65 años, habiendo gran cantidad de personas que superan los 25-30 años y más.

En este siglo XXI, la vejez –esto todavía en una etapa primaria-, se está comenzando a ver no como un problema, sino como una realidad que avanza a buen paso e irreversible y que hay que tratarla con los elementos necesarios para que los mayores mantengamos una vejez activa social y cultural, construyendo un sistema de cuidados acorde con las necesidades de la edad, otorgando las herramientas necesarias para mantener las autonomías lo más posible en el tiempo, entre otras cosas.

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