COLUMNISTAS
No sólo serlo, sino parecerlo

Por Gabriel Gabbiani – Edil Departamental – Partido Colorado. En el año 62 A.C., en la Domus Publica -un edificio que oficiaba como sede del Pontífice Máximo, para el caso, Julio César, elegido el año anterior- la segunda esposa de César, Pompeya, celebró las fiestas de la “Buena diosa”, a la que solamente podían ingresar mujeres.
Cuéntase que un joven patricio llamado Publio Clodio Pulcro, disfrazado de mujer consiguió ingresar a la fiesta con la intención, aparente, de seducir a Pompeya, pero fue descubierto y llevado a juicio. Durante el proceso, César no aportó ninguna prueba contra el joven. Por tanto, fue absuelto (no sin antes sobornar al jurado) pero, igualmente, César se divorció de Pompeya.
Las más distinguidas matronas romanas intentaron que César revocara su decisión por cuanto Pompeya no había cometido ningún acto deshonesto. Pero la respuesta de César fue tajante: “La esposa de César debe estar por encima de toda sospecha. No sólo debe ser honesta, sino parecerlo”.
La historia es una buena introducción para hablar hoy de Uruguay, lo que amerita, las más de las veces, puntualizar a qué nos estamos refiriendo.
Porque lo cierto es que nuestro territorio parece ya no estar dividido en las dos regiones tradicionales de Capital e Interior, sino en dos regiones que podrían denominarse la Zona Metropolitana (Montevideo y los sectores aledaños de Canelones y San José) y el interior profundo, esto es, el resto del país.
La mencionada segmentación, obedece únicamente a las disquisiciones de algunas mentes “iluminadas” que, cómodamente instaladas tras un escritorio en Montevideo, definen desde allí el futuro y la vida de quienes están muy lejos de conocer.
Y es que hay una realidad que golpea los ojos, y es que en los últimos 10 o 20 años los gobiernos pecaron de ser altamente centralistas.
Todo se decide desde la capital del país.
El Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), el Ministerio de Educación y los órganos de la Enseñanza, el Ministerio de Salud Pública (MSP) y la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), son algunas de las dependencias que están claramente manejadas y controladas desde la gran urbe.
La adquisición de una ambulancia para los tantos centros hospitalarios del interior, un elemento que debería ser esencial en cada uno de ellos, es poco menos que una odisea y queda sujeta a la administración centralizada, con las consecuencias previsibles por su inexistencia allí donde es requerida.
Algo similar puede decirse del manejo de cierta infraestructura. El 21 de octubre de 2010 se derrumbó el Cilindro Municipal “Héctor Grauert”, en Montevideo, que administraba la Intendencia de ese departamento. Según concluyó la investigación oficial, la estructura colapsó debido a “un incendio accidental, aunque previsible, comprobándose hechos notorios como la permanencia encendida de un sistema de iluminación de alto consumo eléctrico, situación que propició las condiciones de riesgo que derivaron en el origen del incendio”. El propio informe admitía que el incendio era “previsible”, pero sin embargo cerraba sus actuaciones “sin atribución de responsabilidad”. Así, la falta de mantenimiento, aceptada por las autoridades de la comuna, y la desidia al dejar encendido el sistema lumínico de alto consumo, no fueron responsabilidad de nadie.
Pero no hubo mayores problemas, porque para recurrir al salvataje de la comuna montevideana allí estaba ANTEL, cuya presidente, entonces Carolina Cosse, se apresuró a expresar que, con el nombre de Antel Arena, la “empresa de comunicaciones de los uruguayos” operaría el Cilindro Municipal durante 30 años a partir de su reconstrucción, para lo cual aportaría 40 millones de dólares.
El resto de la historia es conocido. El edificio costó más de 120 millones de dólares y las irregularidades aún hoy andan en danza por los juzgados. Pero lo cierto es que esos recursos fueron provenientes, por supuesto, del pago de servicios que realizamos todos los uruguayos, no sólo los montevideanos. Sin embargo, no hay un estadio de tales características en los restantes 18 departamentos.
Los ejemplos se suman. Las estructuras de viviendas de los distintos organismos se proyectan en Montevideo y para Montevideo, sin saber que, a veces, unos pocos centímetros más en un baño o en un dormitorio, hacen la diferencia y desconociendo, muchas veces, que el terreno con el que se cuenta en el interior permite ciertas adaptaciones.
Y hay más, mucho más.
Mientras situaciones como estas pueden verse a diario en el interior, desde algunas tiendas se insiste con la importancia de la descentralización, y se apunta a hacerle creer a la gente que, efectivamente, la misma se está llevando a cabo, cuando todo da claras muestras de que no es así, sino que antes bien, lo que se consolida es el proceso contrario.
No alcanza con decir “Soy descentralizador”, para serlo.
Y además no sólo hay que “serlo”, sino también “parecerlo.

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