Perdió Bolsonaro, ¿y?

Sergio Sommaruga* Podría haber ganado y no lo hizo. Eso, al final del día, es lo importante.

Lo que queda para la historia.

Perdió y se tiene que ir…seguramente muy a su pesar.

Es imprescindible que todas las fuerzas de la derecha continental y mundial reconozcan la victoria de Lula y ahoguen cualquier tipo de tentación golpista, de este declarado admirador de las dictaduras cívico militares que asolaron nuestro continente hace menos de medio siglo.

Bolsonaro perdió a pesar de la eficiencia de su batalla campal contra el elemental respeto a la veracidad y la racionalidad argumentativa.

Perdió a pesar del uso de todos los medios a su alcance para socavar las elecciones e impedir que los votantes de los sectores pobres que apoyaban a Lula llegaran a las urnas.

Perdió Bolsonaro, pero se va con un crecimiento importante de su representación parlamentaria, con grandes ciudades bajo su control político y, sobre todo, con más de 58 millones de votos de respaldo.

58 millones de votos que se devoraron a las derechas liberales.

58 millones de votos con las cartas a la vista. Sin tapujos discursivos.

Con crecimiento del hambre, la desigualdad, la deforestación, la corrupción y la violencia social.
58 millones de votos que se identificaron con la cara sin maquillaje de la extrema derecha. Mucho pueblo sufrido está ahí.

Esa es la dimensión más profunda del abismo.

Se puede y se tiene que festejar la derrota de Bolsonaro. Pero que la alegría no tape la realidad.

El discurso de la extrema derecha ganó un lugar dentro del sentido común y esa es una tremenda derrota estratégica de la izquierda.

El tiempo de pensar la política sin ideología es el mismo que parió el resurgir del fascismo como alternativa de masas.

Hay que recuperar la esperanza en los cambios estructurales contra las desigualdades del capitalismo e impugnar sin pausa las bases ideológicas del sistema en su conjunto.

No hay tiempo que perder.

Ni un paso atrás.

*Profesor, integrante del Pic-Cnt por la educación privada