COLUMNISTAS
Quiénes ganan cuando las máquinas sustituyen al trabajador

Sergio Sommaruga, docente, Montevideo. Los procesos contemporáneos de sustitución de máquinas por personas en la realización de tareas laborales es una tendencia creciente.
Uruguay no escapa a esa tendencia.
En estos días, por ejemplo, se anunció -además del incremento del precio del peaje- la eliminación de decenas de puestos de trabajo en varios peajes del país por la colocación exclusiva del “telepeaje”.
Esa tendencia a la maquinización se explica por varios factores, pero principalmente está motivada por la mayor captura de ganancia de parte de las empresas.
Al fin y al cabo las máquinas no cobran salarios, ni necesitan condiciones de trabajo, ni tiene derecho al aguinaldo o pagan aportes a la seguridad social.
Por otra parte, la maquinización también tiene efectos positivos como el mejoramiento de la eficacia en algunas rutinas y la eliminación de trabajos repetitivos y grisáceos.
Así las cosas, el problema no es necesariamente la automatización de ciertos procesos de trabajo.
El problema es otro: la ceguera ante el impacto de estos procesos en el desarrollo social.
Un problema que hasta ahora nadie resuelve.
Ni las empresas, ni los gobiernos.
Nadie se hace cargo de los enormes efectos negativos que también produce la automatización laboral en la sociedad.
Cuando estos procesos los dirige el mercado y los poderes públicos sólo la ven pasar (típico de la mentalidad liberal), la que termina perdiendo es la sociedad.
¿Por qué?
Porque la sociedad pierde puestos de trabajo que le cuesta mucho tiempo recuperar.
Porque la concentración de la riqueza va contra la mejor distribución de los ingresos.
Porque con la pérdida de puestos de trabajo se pierde en financiamiento de la seguridad social.
Es necesario, para el bien común, que la maquinización laboral sea pensada con mirada de conjunto y no sólo en base a las motivaciones rentísticas del capital.
Es tiempo de pensar en una segunda reforma impositiva que, entre otras políticas de igualdad, avance fuertemente en la tributación de las empresas que desplazan trabajo vivo a favor de aumentar sus ganancias con la maquinización y con ello mejorar el financiamiento de la seguridad social, o solventar un fondo para el trabajo socialmente necesario.
La sociedad debe velar por el bien común y evitar que la lógica de acumulación capitalista sea la que dirija la vida de las personas.
La defensa del bien común debe estar siempre por encima de las lógicas del mercado.
La economía debe estar al servicio de la vida y no la vida esclavizada al capital.
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