COLUMNISTAS
Te cuento de la pelota del Mundial 2018

Me tiene un poco nervioso . Viste que si los uruguayos tenemos algo de lo que quejarnos nos sentimos mejor, más a gusto, en un paisaje más amigable.
El otro día, ‘la marca de las tres tiras’, como dicen los periodistas deportivos cuando Adidas no los auspicia, presentó la Telstar, la estrella de la televisión, la pelota que vamos a seguir y sufrir en Rusia 2018.
Desde 1970 la empresa tiene el monopolio para los mundiales. Así de libre es el libre mercado. Pero lo que me inquietó fue su perfección. Coincidieron desde el movilizador discurso de Messi que viajó hasta Moscú para decir: «está muy buena la pelota», hasta las detalladas descripciones de los ingenieros que no dejaron rincón por develar, si es que la pelota tiene rincones. Está demasiado bien diseñada para nuestro gusto.
En 2010 hicimos el mejor mundial en medio siglo con la pelota de peor prensa que hubo, la siempre mal ponderada Jabulani. Que era difícil para los arqueros, que ni redonda era, que no había quien le diera dirección, que parecía un huevo y patatín y patatán. Así las cosas Muslera atajó penales, Abreu los picó y Forlan la puso donde se le ocurrió. Fue el goleador y mejor jugador del mundial.
Con la brasuca ya no fue lo mismo. Era más prolija y de mejor performance como decimos cuando no sabemos qué decir. Suárez cometió el pecado de hacerle dos goles a Inglaterra y Godín se sacó los pocos pelos que le quedaban en el cabezazo que mandó a Italia de vuelta a su casa. Esas cosas no chiquilines dijo la FIFA de intachable labor y embarcó al Lucho pa escaremiento casi esposado a mirar el mundial por televisión y bien lejos.
Vino Colombia y este chico James enganchó una volea que si hubiera sido la Jabulani salían drones a buscarla en la vuelta del estadio, pero hizo lo que una pelota bien diseñada debe hacer, entró en el ángulo. Y se nos acabó la historia.
Los uruguayos fuimos hechos para correr descalzos, tener canchas con pozos, arcos torcidos y pelotas oblongas. Si llueve y hay viento en contra, mejor. Somos folklóricamente pobres y sufridos. «Estamos acostumbrados a tener el juez en contra y en el descuento empatar», cantaba Pablo Estramín en aquella pintura de nuestra idiosincrasia. Para sentirnos bien, hay que estar un poco mal. Por eso a tanta unanimidad elogiosa, yo la miro de reojo, por si las moscas.
Por Zylas Mozkaz (Publicado en la revista “Cuestión de Fe” de la Iglesisa Valdense del departamento de Colonia)
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