CULTURA
Con sus mismas palabras… PIAZZOLLA
Por el escritor Marciano Durán. Corría el año 81 en Uruguay y en casi todo el mundo (digo esto porque en la China o la India no corría el año 81, pero bueno… ese dato no es relevante para esta historia).
Sigo: Corría el año 81 en Uruguay y Astor Piazzolla se andaba escondiendo de los periodistas en su chalet de Rincón del Indio en Punta del Este (dicho sea de paso, nombre de barrio bastante funcional para esconderse de ellos). “El País de los Domingos” intentaba realizarle una entrevista y el músico les decía: “No voy a hablar con periodistas. Estoy trabajando, no me voy a distraer en esfuerzos laterales. No hablo con la prensa.”
¡Y, justo! “La Prensa” se llamaba un diarito de mi pueblo (perdón, Enrique, pero tenía cuatro hojas) que me había prometido nombrarme corresponsal en Punta del Este si conseguía un buen reportaje.
Y, si bien Piazzolla dijo que no hablaba con periodistas, yo era portero. Portero.
No muy alto de estatura pero sí de autoestima.
Tiempos en que me faltaba edad y me sobraba inconciencia (al revés que ahora) Oscurito (“marrón”, hubiera dicho Puglia si me hubiera conocido).
Y me salía el marrón, pero andaba clarito. Veinticuatro pirulos, recién llegado de La Cruz a Punta y con muchas ganas de convertirme en periodista.
Así que, ese era el desafío: Astor Piazzolla, que no hablaba con la prensa, debería hablar con La Prensa.
Yo conocía la vida del músico paso a paso, minuto a minuto, amaba lo que él hacía, lo admiraba, y, de hecho, yo estudiaba bandoneón y conocía todos sus temas.
Pero por sobre todas las cosas me deslumbraba su creatividad, su pujanza, su ímpetu y su eterna juventud.
Así que, agarré mi Olivetti y se lo conté:
Mire, Piazzolla, yo quiero hacerle un reportaje para un diario de mi pueblo (mi pueblo es tan chico que, si a algún tren se le diera por parar allí, sobraría tren para adelante y para atrás).
Y el diario de mi pueblo también es pequeño, tan pequeño que si quisiéramos publicar una foto suya la tenemos que poner sin el bandoneón.
Mire, Piazzolla, si usted me da una entrevista yo me muero, es decir: yo me vivo.
Me propulso, carreteo y levanto vuelo pa’l la’o de los diarios.
Seguro (seguía diciendo mi carta, y yo me lo imaginaba leyéndola sentado en una reposera de su jardín del chalet El Casco), seguro que usted estará diciendo en este momento:
“¡Ah! ¿Pero este pibe quién se cree que es? Ya dije clarito que no doy más entrevistas”.
¿Sabe quién soy? Un gurí igual a usted, que con 16 años fue al Café Terminal y pidió para hablar con Pichuco.
¿Sabe quién soy? Soy un gurí igual a usted, que con trece años fue a la calle 48 de Broadway a hablar con Gardel.
¿Sabe quién soy? Soy un gurí igual a usted, que siendo un pibe se plantó frente a la casa de Rubinstein.
Así que, como dice Cantinflas “no se me haga… que yo lo conozco bien”.
Y como gato chico que no conoce el peligro, un martes de tardecita le dejé la carta, yo mismo, por debajo de la puerta en su chalet.
El miércoles a la mañana me llamó por teléfono y me invitó ese mismo día para realizar la nota.
¿Y ahora? ¿Y ahora cómo sigo?
Yo no estaba preparado para un “sí”. Necesitaba a alguien que estuviera más loco que yo para darme una mano.
Y no había tantos.
Me acordé del Marujo. Ferroviario, murguero y tanguero. No lo dudó.
Salimos a las corridas a pedir prestado un grabador, una máquina de fotos y un par de zapatos como la gente.
Nos vino a la cabeza “La Voz del Rioba”. Minguito y el Preso.
¿El resultado? Una nota increíble de dos horas que dio inicio a mi vida periodística.
Había que estar bien loco para animarse a tanto.
Es que… …las tardecitas de Punta del Este tienen ese que se yo ¿viste?
Salís de la portería, por los arenales, lo de siempre, en la rambla y en vos.
Cuando de repente, de atrás de una palmera, se aparece el Marujo.
Mezcla rara de linyera-ferroviario y de primer marciano en viaje a Marte.
Yo con pelo aún en la cabeza, las rayas de la albirroja pintadas en la piel.
Zapatos prestados clavados en los pies. Y un grabador y una máquina de fotos ajena en las manos (te reís…)
Pero solo vos nos ves, porque los porteños no nos registran. Los semáforos ya están apagados desde hace días y las naranjas de Dalton en la cinco nos tiran azahares.
¡Vení! Que así, medio de atrevidos y medio de inconscientes, me saco de arriba la máquina y el grabador para saludarte.
Te regalamos nuestro “muchas gracias” y te decimos:
Ya sé que estamos piantaos, piantaos, piantaos.
¿No ves que está la luna y yo no estoy calla’o? Que un corso de maldonautas y niños con un vals nos baila alrededor.
¡Bailá! ¡Vení!
¡Volá!
Ya sé que estamos piantaos, piantaos, piantaos.
Yo miro tus buenos aires del nido de la cruz. Y a vos te vi tan grande ¡Vení! ¡Charlá!
¡Sentí!
El berretín de periodista que tengo para vos.
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu chalet de Rincón del Indio Desde Rivera y Gallinal vendré con lapicera y grabador a desvelarte el corazón.
De “El País de los Domingos” nos aplauden:
“¡Viva! ¡Viva!”
Los locos que inventamos la reunión.
Y un ángel, un exsoldado y un niño grande nos dan un valsecito bailador.
¡Viva!
¡Viva, viva, loco!
¡Locos, locos!
¡Todos locos!
¡Loco Astor, loco el Marujo y loco yo!
……………………………………………………………
Adiós Nonino. Vuelvo al sur.
Ya sé lo que vendrá.
Prepárense.
Se va este astornauta en su bicicleta blanca.
Después de esta conversa, se va para lucirse.
Me madrugará algún seis de enero y tres reyes gatos devolverán los zapatos que me prestaron, uno izquierdo y el otro también.
¡Fijate, Astor, qué cosa increíble!
¡Al final entendiste sin problemas el hambre del chiquilín!
-
NECROLÓGICAS2 días atrás
Necrológicas – Setiembre 2024
-
POLICIALES6 días atrás
Incendio en casa de familia de Nueva Palmira
-
SOCIEDAD6 días atrás
Fabrizio un pequeño gran dj
-
POLICIALES6 días atrás
La estafa del sillón
-
POLICIALES6 días atrás
Robaron un aire acondicionado y los descubrieron
-
SOCIEDAD5 días atrás
López Mena anuncia mucho y concreta poco ¿Habrá barco eléctrico?
-
SOCIEDAD4 días atrás
Equipo de Hospital de Ojos atendiendo en el departamento
-
POLÍTICA5 días atrás
La 504 impulsa a Laura Raffo al senado