CULTURA
‘Divagues desatados: Con la música a otra parte’

Por Alfredo Zaldúa (periodista, escritor y dramaturgo). Cuando alguien de la raza humana alcanza una franja etaria avanzada, suele decir que está “más cerca del arpa que de la guitarra”, dando a entender que está situado en una zona cronológica de la vida aledaña a la caducidad de permanencia en este mundo terrenal. Lo curioso en sí, es la convicción de dar por hecho encontrar al final del nuevo camino, a San Pedro esperándonos revoleando el llavero, y las puertas del cielo abiertas de par en par.
Somos demasiado descansados, por no decir arrogantes ¿no?
Qué necesidad de apurarse sin saber a ciencia cierta si, al momento del último viaje, nos tocará hacerlo en vuelo directo o en subte.
No faltará quien se empecine con el arpa para llegar preparado y, hallado en el punto ulterior de su partida, se lleve el chasco de verse con las cuerdas chamuscadas.
Espero, y hablo por mí, suponiendo tener en suerte el cielo como destino final, que lo del arpa no sea excluyente. De última, me ilusiona pensar que para quienes tengan arribo a esa terminal infinita haya en el lugar alguna academia donde enseñen a pulsar las cuerdas, que en realidad no son de arpa sino de lira. Mejor lira y no arpa.
La lira ocupa menos lugar, pesa menos y, sobre todo, tiene menos cuerdas que el arpa. Una docena porta la lira de mayor encordado lo que me hace presumir más facilidad en el aprendizaje con relación al arpa que tiene hasta treinta y ocho. Porque arpa, arpa, lo que se dice arpa, mire que ha de ser complicado para embocarle a tanto cuerderío sin terminar con los dedos enredados.
Nerón-emperador romano- cuyo nombre completo era Nerón Claudio César Augusto Germánico, para los íntimos, supongo, alias “el Gordo”, tocaba la lira pero le sirvió de poco al loco. Digo yo, sin ser quién para juzgar, sospechando atrevidamente adónde fue a parar. Él mismo se adelantó la entrada al infierno cuando incendió Roma. Hizo la fogata y después, dale que dale a la lira. O, por si acaso, vaya uno a saber, si no lo hizo para ir entrenándose por las dudas, aunque no supiera mucho de cielo e infierno, que si desde tiempos remotos continúa hasta nuestros días la controversia entre creyentes y ateos, es de imaginarse cómo sería el asunto por entonces cuando hacía relativamente poco, la cuestión había empezado a ponerse de moda. En una palabra, sin querer o queriendo, tenía preparatorio completo. Tanto para, paradójicamente, ser recibido por San Pedro, teniendo en cuenta que él fue muerto por orden del emperador, o Satanás, haya llegado el tipo dónde haya llegado, lo hizo con las asignaturas necesarias aprobadas.
Pero, volviendo a lo excluyente, o no del arpa o la lira para entrar al cielo, prefiero encontrarme con las puertas cerradas por no saber tañer las cuerdas que por otras cosas más simples de ejecutar pero más turbias. Elijo deambular como arpista desafinado y no como tantos solapados andantes Nerones que andan quemando, literal y metafóricamente, a diestra y siniestra sin que se les vea el fuego, cualquier cosa les convenga y se le cruce en el camino.
En conclusión: Si hay algo para aprender es a apretar las clavijas para poder enfundar tranquilos la mandolina cuando nos toque marcharnos con la música a otra parte.

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