En mi país se practica un deporte llamado fútbol uruguayo

…que es parecido al fútbol, pero que no es fútbol (ni es uruguayo).

Porque la mayoría de sus participantes son clubes de Montevideo, lo que equivale al 0,3 por ciento
de la superficie del Uruguay.

¿El tres por ciento?

No. El 0,3 por ciento del territorio.

En el 2024 también participan Cerro Largo y Maldonado, lo que lo lleva al 10 por ciento.

Una de las diferencias entre el Fútbol y el Fútbol Uruguayo es que en el mundo hay uno, dos o tres
equipos por ciudad.

Acá hay tres en El Prado.

¿Otras diferencias?

El césped de allá y la alopecia de acá.

Las tribunas desbordadas y los baños sin gente de allá, y las tribunas sin gente y los baños
desbordados de acá.

El Bar y el Var de los estadios.

Los sueldos de los jugadores, Julio Ríos, el ómnibus que te lleva y el cuidacoches que te cobra por
adelantado.

El noventa por ciento del país no participa por ser de afuera; o del interior, depende a quién se le
pregunte.

Los campeonatos también son distintos: dentro del Fútbol Uruguayo se juegan dos torneos
escondidos. Uno se llama “Gánele al Grande, aunque descienda” y el otro se llama “El Clásico”.

Ninguno de los dos clasifica a ningún lugar, pero son más importantes que la Anual o el Descenso.

Al campeonato “Gánele al Grande, aunque descienda” lo disputan catorce equipos llamados
“Chicos”, que le tienen que ganar a dos equipos llamados “Grandes”.

Los técnicos de los Chicos se vienen especializando en ganar, porque eso significa oxígeno por
algunos meses. Las técnicas utilizadas van desde traerlos a sus canchas (con pasto en los
costaditos), poner el precio de las entradas como si fuera en el Camp Nou, esconder las pelotas
cuando faltan 25 minutos o hacerles goles con los jugadores que los Grandes les prestan para que
puedan ganarles.

Si le ganan al Grande obtienen el derecho a mantener al técnico, contratar jugadores o ampliar una tribuna y los dirigentes pueden postularse como ediles, concejales e incluso como alcaldes.

Algunos clasifican para las Copas Internacionales; allí se gastan todo lo ahorrado y cuando vuelven juegan unos meses en la A y se van enseguida a la B, donde pelean para no ir a la C, hasta que le venden un jugador a un Grande. Entra plata, ganan otra vez y, con la fuerza que traen, suben a la A y en el mismo año clasifican a una copa donde se gastan todo y van a parar a la B hasta que le venden un jugador a un Grande y después se los prestan para que puedan ganarles, el tipo hace el gol del triunfo, amaga a gritarlo, frena, pide perdón a la tribuna y comienza nuevamente el círculo.

Los Chicos juegan entre ellos 325 partidos con un déficit de unos U$S 5.000 por domingo.
Antes de empezar el año, los Chicos presentan sus mesas de saldos y los Grandes van allí a
regatear. También compran en Tiendas de Second Life de Paraguay o Argentina y, a manera de
Residencial “Los años de Oro”, contratan adultos mayores que retornan del exterior. De esa manera se preparan para salir campeones del mundo (aunque todos sabemos que lo hacen para ganar la Copa Clásico).

El que gana esa copa adquiere el derecho a burlarse por redes de los hinchas del otro Grande hasta la siguiente Copa El Clásico y a endeudarse por cincuenta millones de dólares (el Grande que pierde puede endeudarse por cuarenta y ocho).

Después juegan dos partidos por la Copa Sudamericana o Libertadores, donde se enfrentan con los quintos o sextos lugares de otros países y vuelven enseguida a enfrentar a los Chicos con los
jugadores que les prestaron porque nadie los quiso comprar.

El que pierde una Copa Clásico echa a su técnico, pone a su gerente deportivo en su lugar hasta que pierde por segunda vez y trae un técnico nuevo (alternando exjugadores del club devenidos en
Directores Técnicos con Técnicos de Chicos que clasificaron a las copas). Los dirigentes del equipo
que gana pueden postularse para cargos a la diputación o incluso a la Intendencia.

En mi país la selección uruguaya es un verdadero milagro que nadie nunca jamás de los jamases
logrará explicar.

Por el escritor Marciano Durán