CULTURA
Nosotros
Por el escritor Marciano Durán. Ha pasado tanta pero tanta agua que mis puentes se sienten satisfechos; sin embargo, mantienen expectantes la intención de ver pasar más ríos.
Es que vengo de aquel tiempo bueno en que laica era la escuela y Laica era la perra.
Cuando ya no quedaban más tranvías y la Onda se estiraba entre los trenes.
Es que vengo de aquel tiempo mío en que se iba desde el sur Discepolín, y el maracanazo era una gran mochila que doblaba nuestra espalda para siempre. Hiroshima era un recuerdo ajeno, Alemania dos, Checoeslovaquia una. Fidel era un león entre las sierras, y Río seguía siendo capital.
De allí vengo… de un lugar distinto.
Vi nacer a los Beatles y los vi dejar de ser (que no morirse), y dejar de ser las matinés (las largas y noviadas matinés), vi ponerle THE END a nuestros cines.
Yo no estaba el día del gol de la valija, pero vi a Manicera y su chilena, y al Nando en blanco y negro haciendo goles de todos los colores.
Cuando yo estaba llegando… se iba Einstein (tal vez algo sabía). Walt Disney dibujaba fantasías y nos dejaba helados al marcharse.
Yo vengo de ese sitio que se quedó sin Marilyn y tuvo que acudir a Sofía Loren. Enfrente de mi casa vivía Archie, Roy Roger cambiaba revistas con Tarzán. Andar en ascensor era un paseo, y el Clearing no era más que un pizarrón.
De allí venimos.
Venimos de un lugar donde decían que o la ubedé ganaba o quedaría igual que como estaba aquel país.
De un sitio de teles colectivas en tiempos de bonanzas, en horas de esperanzas… todavía.
El mundo del que vengo era más grande, pero los cantos rodaban igualmente, a lo ancho y largo de la tierra, en viejos tocadiscos satisfechos.
Crecimos con Mafalda a pura sopa, y odiamos a Susana desde el pique.
Reímos —manito— con Cantinflas y bailamos con el clan en algún club.
Nos estaba esperando un Juan veintipoquito, y después Pablo sexto nos bendijo.
Vinieron los Juan Pablos y Francisco y aún estamos a la espera del reino de justicia.
De allí venimos… de un mundo en el que Alí se negaba a noquear vietnamitas.
De Francia en mayo y del Che en el mundo.
De pelos largos, polleras cortas, de hacer el amor y no la guerra.
Venimos de erizarnos por TV cuando vimos pisotear la luna llena, vacía… como Verne nos decía.
Venimos de Macondo vestidos de cronopios.
Venimos de abrazarnos al arriero y compartir la comunión andina.
De ver partir tres Pablos, los tres dejando marcas, los tres partiendo juntos, los tres dejando tanto.
De exprimir mecánicas naranjas de Cruyff y Kubrick… mecánicas naranjas.
Venimos del dolor que solo dejan las cosas que horadan y lastiman.
Venimos del exilio y de la cárcel, de gritos y susurros compartidos.
De golpearnos en un triste junio y brotar igualmente como el musgo o enredarnos al muro como hiedra.
De generación porfiada que hemos sido, seguimos, aguantamos… resistimos.
De allí llegamos.
De la viola soplando torcido, de la radio del “qué tal, amigos”, de Piazzolla cerrando su fuelle unos años después que Pichuco.
De allí venimos…
De soñar la igualdad en rojo negro, de llorar cuando mataban
a Martin Luther King y al Che Guevara, a Allende, a Lennon, a Zelmar y al Toba.
De ver imbéciles creyendo que mataban, sin saber que hacían justo lo contrario, que le estaban dando vida para siempre.
¡¡Imbéciles fabricantes de inmortales!!
Por ahí hemos estado… gritando que NO una cuantas veces.
Viendo a Borges que no veía ganar el premio Nóbel antes de irse.
Buceando con Cousteau, volando con Sagan expiando las Malvinas, llegando al Obelisco, tocando el violín con Becho.
Y acá llegamos… casi sin darnos cuenta.
Dejamos de fumar a escondidas de nuestros viejos y empezamos a fumar a escondidas de nuestros niños.
Limpiamos ríos y contaminamos arroyos.
Diga bi, diga lo ¿cambiaría una tatucera por una banca?
Y nos fuimos transformando en gente punto com, y las ovejas nacieron en frasquitos, y llegaron aires nuevos de abajo de las chiapas, y los alfiles derribaron torres, y los peones protegieron reyes, y no hubo mate que arreglara el juego.
Inventaron las tarjetas rojas para corrernos y las de crédito para agarrarnos.
Punta Carretas dejó de ser un lugar donde la gente sufría y a veces se escapaba.
Puteamos diariamente a Pinochet, las redes las rompimos con el Lucho, el Nano Serrat se volvió abuelo y Mario no dejó de darnos tregua.
De allí venimos.
De un lugar en el que nada valía más que la vida de un vecino.
Y acá estamos… con pantallas implantadas en las manos y tapabocas preservando besos.
Pero las madres siguieron preguntando, y a NOSOTROS a porfiados no nos ganan.
Así que escarbaremos tenazmente en la memoria,
hasta encontrar los NOSOTROS que nos faltan.
Por ahí hemos estado: viviendo, ciertamente. Y aquí seguimos… a pura vida. Con mucho por delante.
NOSOTROS… a pura vida. Creyendo que aún es tiempo de dejar el mundo mejor que como estaba el día que llegamos.
Aunque más no sea en este sitio chico en que a NOSOTROS
nos tocó vivir.
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