CULTURA
Profesor Pablo Romero: La enseñanza, los alumnos y la familia

Cada año lectivo es un reacomodo de las rutinas. El docente de filosofía, Pablo Romero García*, fue consultado por EL ECO sobre los cambios en el hogar cuando se retorna al tiempo de clases en marzo, de enseñanza, de aprendizaje de los alumnos.
-¿Cómo cambia el ritmo el comienzo de las clases?
-El inicio de un año lectivo a nivel escolar y liceal implica siempre un reacomodo de las rutinas familiares, particularmente el ajuste de horarios en niños y adolescentes. Y allí es fundamental el papel de los adultos en procura de generar un nivel de organización intrafamiliar para el mejor desempeño del estudiante.
Es clave el trabajo escolar que se realiza en el hogar, está allí la base de la diferenciación social, de la igualdad de oportunidades que puede generarse a través del estudio. Y en estas últimas décadas este punto no es un desafío nada menor cuando, en muchos de nuestros hogares, no cuentan con la presencia activa y permanente de los adultos en relación al proceso educativo. Muchas veces por cuestiones laborales, muchas otras por situaciones de fragmentación familiar que se han ido dando con mayor frecuencia. Se suma que los horarios de nuestros adolescentes, en buena medida vinculado al uso excesivo y sin control de las nuevas tecnologías, se ha ido extendiendo hasta altas horas de la madrugada. Por otro lado, las instituciones de educación media cada vez comienzan más temprano sus jornadas.
Los docentes nos enfrentamos, cada vez más, a alumnos cansados, fatigados, dormidos en clase por las pocas horas de sueño con que llegan a nuestras aulas.
Definitivamente, es importante el cambio del ritmo familiar desde el inicio de las clases, de modo tal que favorezca al estudiante. Hay allí una ineludible y decisiva responsabilidad del mundo adulto.
-¿Qué implica para los niños y adolescentes el ingreso a un centro de enseñanza?
-Es un momento clave que supone un sacudón, no sólo desde lo estrictamente formativo a nivel del conocimiento, sino también desde lo vincular, emocional, valorativo. Está implicado en su formación como futuro ciudadano pleno. Allí claramente lo primero siempre es el trato con sus pares y con los adultos que conforman la institucional educativa, la posibilidad de realmente hacer de nuestra escuela y/o liceo nuestra segunda casa, de sentirnos cómodos, seguros, confiados y con vínculos sanos. Es esta una tarea que nos compete a todos los involucrados, por supuesto.
-Como docente, ¿qué significa enfrentarse cada año a caras diferentes y recomenzar a enseñar?
-Supone la agradecida posibilidad de entrar año a año en contacto directo y estrecho con las nuevas generaciones. Desarrollar plenamente mi profesión en su dimensión ética y educativa. Acompañar a los estudiantes en su proceso de crecimiento, como personas en relación a la construcción (siempre en elaboración mutua, sin dogmas y desde la base del diálogo intersubjetivo) de valores deseables en nuestra sociedad. También a nivel de los conocimientos culturales necesarios para enfrentar los desafíos que nos arroja la compleja sociedad del conocimiento en la cual vivimos.
Arribando ya a mis 25 años de tarea docente, implica renovar la satisfacción de lo que voy aprendiendo de nuestros jóvenes, de lo que cada generación nueva trae consigo. Coloca en escena el necesario diálogo intergeneracional que se genera en el aula.
Mis primeros alumnos son hoy profesionales, trabajadores de diversos oficios, padres y madres de familia. Con varios he tenido la oportunidad de volver a encontrarme, de reunirnos en un saludo y abrazo afectuoso. También otros han padecido o padecen situaciones dolorosas o incluso han caído en “malos pasos”. También hay una cara dolorosa del asunto. Eso sí, todos han dejado de ser esas “caras diferentes” que uno ve al comienzo de cada marzo y han pasado a ser, de un modo u otro, parte de mi historia y, sobre todo, de esa historia compartida, de eso que la docencia nos brinda como responsabilidad y privilegio.
Cada año, estudiantes, padres y docentes, nos jugamos un partido decisivo, uno en el que, desde diversos roles, estamos todos a cargo.
*Pablo Romero García, Montevideo, profesor de Filosofía, posgraduado como Especialista en Política y Gestión de la Educación, Docente de Ética en Universidad CLAEH, docente de Informática Educativa en Secundaria y autor de Sobre el sentido de educar (Ediciones B\Penguin Random House, 2021), libro ganador del Concurso Abierto “Educación: la construcción permanente del futuro. Continuidades y desafíos de la enseñanza en Uruguay”. Referente cultural y social en programas de radio, televisión, y prensa.

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