POLÍTICA
Cuál fue su trayectoria que el FA Palmira homenajeó a Blanca Galeano, Ubides Galmés y Moisés Peré
Tres históricos frenteampistas fueron homenajeados por el Comité ‘Carlos Dodino’ de Nueva Palmira la noche del 5 de febrero, día de los festejos del 50º aniversario del Frente Amplio. El reconocimiento fue para Blanca Galeano, Moisés Peré y Ubides Galmés (ver reseña más abajo).

El homenaje con un público limitado, a raíz de la pandemia, tuvo como expresión central la reseña de vida de cada uno de los homenajeados (ver más abajo), labor que estuvo a cargo del profesor Raúl Marrero. También hicieron uso de la palabra la dirigente del comité Susana Avoletta, y el concejal Antonio Cosati.
Tanto Galmés como Peré hicieron recordaron a José Garelli, quien fuera uno de los grandes referentes que tuvo Nueva Palmira desde la fundación del Frente Amplio.
No estuvo presente en el acto Galeano, por motivos de salud, pero posteriormente se le llevó a su casa el cuadro con el pergaminos de reconocimiento por su trayectoria (ver galería de fotos al final)
Reseña histórica
Memoria a la izquierda: Ubides Galmés
El 6 de diciembre de 1933 nacía Ubides Galmés. Ese mismo año, en marzo, el Presidente Gabriel Terra daba el Golpe de Estado con el apoyo de los sectores conservadores del Partido Nacional y Colorado y se disolvería el CNA, para dar lugar a la reforma Constitucional de 1934 que reinstauraba el Presidencialismo. El mundo andaba convulsionado por aquella época: Hitler asumiría como Canciller en Alemania, en Italia gobernaba Mussolini y varios líderes políticos, así como militares americanos coqueteaban con los nacientes movimientos fascistas.
En el seno de una familia que, como muchas, se dividía en un padre tradicionalmente blanco y una madre colorada, Galmés recuerda que fueron las charlas con José Garelli las que paulatinamente lo fueron convenciendo de la opción crítica que planteaba la izquierda. En aquel entonces, pocos eran los que en el interior se atrevían a contradecir la hegemonía de la tradición bipartidista. Como bien nos menciona, los partidos de izquierda eran muy recientes en el Uruguay, tras el anarquismo introducido por los inmigrantes españoles e italianos a fines del siglo XIX, recién se fundaron el partido Socialista en 1910 y el Comunista para 1920.
En la conversación, los hechos históricos no pasan desapercibidos, el relato se remonta a las primeras presidencias de Rivera y Oribe, a la Guerra Grande, a la intervención de Rosas y hasta el sitio de Montevideo, puesto por los blancos en el Cerrito. “A Rivera lo salvaron los franceses y los ingleses” dice, “Oribe controlaba toda la Campaña”. La referencia a Rosas se fusiona con las intenciones de los caudillos de la independencia: Artigas, San Martín, Bolívar. Fueron las oligarquías y los imperios europeos los que traicionaron la unidad americana. A su entender, los indígenas fueron los que experimentaron el “verdadero socialismo” cuando las tierras no tenían dueño. “El 12 de octubre fue una fecha trágica”, nos explica convencido. Llegaron los europeos, Pizarro en contra de los aztecas, “¿Conoce el tema ‘Maldición de Malinche’?”, pregunta. En su relato se aprecia allí el quiebre que establece para la suerte de los pueblos americanos, la condena inevitable al sometimiento; la explotación descarnada del capitalismo salvaje había arribado también junto con los conquistadores y “adelantados”.
A Galmés le gusta la Historia, nos menciona que tiene libros que le regalaban y que además en Montevideo conoció a un Profesor y carpintero, Francisco Pintos, del que aprendió. Es que en los Congresos del Partido Comunista “venía gente de todos lados”: argentinos (Rodolfo Ghioldi), chilenos (Volodia Teitelboim)… duraban tres días. No olvida el lugar: Sierra 1720.
Para las elecciones de 1954, cuando el presidente era Martínez Trueba, fue que votó por primera vez. “Primero tuve simpatía por Batlle y Ordóñez, por aquello de que los ricos fueran menos ricos, para que los pobres fueran menos pobres”. En aquella época los colorados sostenían el gobierno, pero lo harían por poco tiempo. Se respiraba el “fin de las vacas gordas”, el romance de los sectores populares con Luis Batlle se agotaba. Mi padre votaba a los blancos, nos dice. En el `58, cuando por fin ganaron, rememora que los jubilados hacían cola para cobrar sus haberes en “donde hoy está la UTU”, allí funcionaba el Correo. No olvida, que el funcionario encargado de apellido Montes De Oca, les informaba a los veteranos ansiosos que aún “no había nada”. Los viejos rabiaban y salían para atrás, mi padre llegó a casa –venía de allí-, “¿Para qué los votaste?”, le dije.
A mediados de siglo, la izquierda ensayaba sus primeros intentos de unificación, avanzaba la Guerra Fría en el continente. Acá en Palmira, Garelli le pidió que lo acompañara a hacer una pegatina. Eran: “murales de fondo negro, letras rojas, decían uruguayos a Corea no. Negocian con nuestra sangre. Fuera Yanquis. Abajo, firmaba PCU, la hoz y el martillo.” En los carteles se manifestaba la oposición a la Guerra de Corea, el rechazo a que el Uruguay participara de los tratados de asistencia militar con EE.UU. Tiempo después, los militantes comunistas se unían con otros sectores de izquierda y algunos desertores políticos de los partidos tradicionales en lo que denominaron FIDEL (Frente de Izquierda de Liberación). La denominación aludía a la reciente Revolución cubana del `59, liderada por Fidel Castro. No se llegaron a unir las dos principales fuerzas de izquierda, los socialistas formaron la Unión Popular.
Galmés participó del FIDEL, sin embargo el tiempo le dio una visión crítica de la URSS y la experiencia socialista. No esconde su admiración por Lenin, no así sus reservas para con Stalin: “cuidado con el georgiano”, según nos expresa fueron de las últimas palabras de Lenin previo a su muerte en 1924.
Militante desde el llano, integró alguna lista para el edilato, pero prefirió concentrarse a su emprendimiento particular. Entre esos momentos que recupera en su memoria, guarda la visita de Liber Seregni al Comité del Frente Amplio, en calle Chile (posiblemente entre las actuales calles Uruguay y Río Negro).
De vuelta al presente, nos recibió en su chacra donde vive con su hijo, sobre la ruta en la afueras de Nueva Palmira. Permanecimos sentados, pero la charla nos embarcó por tiempos y espacios. Las reflexiones no quedaron al margen. Fiel a su militancia, mantiene viva la llama de aquello que aún lo incomoda y hasta casi lo perturba. Se ha decepcionado de los hombres, la codicia está presente como algo innato, se aflige. “Es la ambición la que nutre al capitalismo”, tira esa reflexión como una especie de sentencia que por un lado sella el destino, pero por otro parece desafiarlo, ¿será posible seguir dando batalla? Ante la disyuntiva, aún no se da por vencido, su cabeza continúa buceando entre los recuerdos de sus compañeros de izquierda, sus relatos del pasado y las situaciones presentes. “Los otros días agarré algo de Xi Jinping (el Presidente chino), hablaba de que la humanidad debería haber aprendido algo de todo esto para ser más solidarios”, esa pregunta también se la habría hecho él mismo. Pronto cierra su comentario…puede haber una “Tercera Guerra Mundial, con el eje de China, Irán, India …”. Es que aún está el recuerdo de la Guerra Fría y la amenaza de aquel conflicto norteamericano-soviético.
Nos quedan preguntas abiertas de aquella charla con Galmés: ¿será que el tiempo es cíclico y los hechos están condenados a repetirse, con distintos rostros pero con las mismas intenciones y persiguiendo iguales motivos de antaño? Si fuera así, su respuesta sería inminente, no es la voluntad de los dioses o las fuerzas inmateriales superiores las que los predeterminan, es la ambición y codicia del hombre la que repite obstinadamente los mismos fracasos.
Memoria a la izquierda: Blanca Galeano
Su memoria está marcada por el exilio, que debió afrontar junto a sus pequeños hijos en épocas “duras” -como suelen llamar los más veteranos- tanto a los años de los gobiernos autoritarios de Pacheco y Bordaberry como a la propia Dictadura. Hoy día sostiene “son lindos los recuerdos porque estoy viva”. Como si la supervivencia a aquellas peripecias que la afligieron fueran superadas desde el resguardo que le ofrece la vuelta a su casa en su tierra natal, donde la rodea una numerosa familia de hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos… El recuerdo se regocija, al presenciar cuatro vueltas del reloj generacional de la fecunda descendencia.
Navegando en el pasado, Blanca Galeano nació un 20 de diciembre de 1940, a un año de iniciada la Segunda Guerra mundial y con un Uruguay que comenzaba a coquetear con la afianzada potencia norteamericana, que extendía su zona de influencia hasta el sur del continente. “Siempre fui socialista” sostiene con convicción, “mi padre batllista y mi madre herrerista, pero yo socialista, toda la vida”.
Tras esa breve alusión a un tiempo remoto, revive la traumática experiencia cuando “los militares agarraron a Pacheco” (su esposo). En una mezcla de consejo y orden desesperada, su madre le dijo: “vas a tener que irte, porque capaz te sacan a los chiquilines”. Su hija de catorce años que estaba embarazada, no podía acompañarla y debía quedar con su abuela. La violencia la despojaba de sus afectos y no había tiempo para mayores aprontes y despedidas: “me sacaron Lelio Britos y López en una canoa, para la isla, con los chiquilines (cuatro, de sus cinco hijos)”. Desde allí, la “vinieron a buscar” para llevarla a San Fernando, en el norte de la Provincia de Buenos Aires.
Los años transcurridos en el exilio, fueron perdiéndose en el resguardo emocional de la memoria de Blanca. “Hay cosas que me acuerdo y cosas que no”. Pacheco, como refiere a su esposo, estuvo diez años preso. Cuando lo liberaron su hijo mayor retornó a ayudarlo con el trabajo. Ese momento lo atesora en su recuerdo: “yo estaba en la Cancha de Tigre trabajando, cuando me avisaron”.
Desde el exilio “volvió dos o tres veces”, antes del retorno de la Democracia. De su estadía en San Fernando, destaca que se reunían con los demás compatriotas para apoyar los reclamos hacia el gobierno de facto en Uruguay. Cuando Blanca pudo, volvió. Compró un terreno con el ahorro de su trabajo en Argentina y con orgullo alojó en él a algunos de sus hijos con los que actualmente convive.
Memoria a la izquierda: Moisés Peré
En el siglo XXI, el FA rompió con la hegemonía política de los partidos tradicionales y los venció por primera vez en 2004, para acceder durante quince años al poder. Lo que en el presente parece una realidad cuasi normalizada, no lo fue durante el siglo XX y más aún en los pueblos del interior. Moises Peré lo recuerda con cariño y picardía: “comenzamos a militar con José Garelli cuatro o cinco”: Galmés, Simoneta y “unos Troya, que trabajaban en el puerto”.
Inmediatamente se dispara en su cabeza el flash de un primero de mayo, cuando militaba en el sindicato del puerto y venía un orador de Montevideo de la rama textil. Francisco Francia, “tenía una parla que Dios nos libre”. Una especie de estrado improvisado miraba hacía calle Rodó, rumbo al centro. La ocasión ameritaba la presencia de público, pero resultó que al momento de empezar solo había un concurrente, Teodoro Simoneta, “militante viejo del Partido Comunista”, nos agrega como dato Moisés. Dirigiéndose hacia Garelli, le dije “hay que suspender”, a lo que se encontró con la negativa del referente de la izquierda palmirense: “acto que se promociona no se suspende”, le habría respondido. Al terminar, habían llegado a nueve, entre concurrentes y organizadores.
Para 1971, nuevamente participaría de la organización de un acto; en esta ocasión, para esperar la visita de Liber Seregni que se encontraba en plena campaña electoral, la primera del Frente Amplio. El escenario sería la Plaza Artigas y, con sus treinta y cuatro años, formaba parte de la brigada que protegería al General retirado que se postulaba como presidenciable. Los palmirenses encargados del acto se encontraban alerta: Seregni ya había sufrido un atentado (en el hall del Teatro 25 de Mayo, en la ciudad de Rocha) y su ómnibus fue atacado en un tramo de la ruta 9. En pueblo Velázquez (dentro del Departamento de Rocha) habían llegado a encapuchar el busto de Artigas, ¡para no espantar al prócer ante tamaña afronta! “Acá no hubo problemas-cierra su anécdota Moisés- pero no hubo mucha gente”.
Esos años en los que la militancia era un acto de valentía y rebeldía, fueron aún peores durante la Dictadura. Ser de izquierda no era algo que el resto de la población aprobara y con los vacíos y desaires públicos, los palmirenses se lo hacían saber. Tras ser liberado por el régimen de facto, Peré acudió a un velorio, donde se acostumbraba hacer un cortejo a pie, notó que los allegados al difunto lo eludían y se apartaban de él (como si le hicieran “un pasillo”); recuerda contarle a su esposa cuando retornó a su casa.
Moisés nació en 1937, en el seno de una familia rural y no tiene ambages en reconocer que su primer voto fue a los nacionalistas independientes en el ´58 y luego a Zelmar Michellini dentro del Partido Colorado. “A la izquierda la voté en el´66”, cuando la Reforma Constitucional, en la que triunfaría el voto “naranja” y la fórmula Gestido-Pacheco, le daba el retorno a los colorados al gobierno, tras los ocho años de los colegiados blancos. Allí, con hilaridad nos comenta, “abandoné a los colorados y hasta el día de hoy ¡no los voto nunca más!”, agrupando en la pluralidad también a los blancos de su primer voto. Se adhirió entonces al Partido Comunista que ensayaba la coalición con sectores menores dentro del FIDEL, hasta que en los ´90 se traspasa al nobel CONFLA (Confluencia Frenteamplista), con Marcos Carámbula. “Sentimos que nos habían mentido, los dirigentes como Arismendi iban a la URSS y eran todas maravillas. De buenas a primeras se disuelve y nos dejaron en banda, en todo el mundo”.
Pero, antes de la política de izquierda, fue la actividad sindical la que lo movilizó. “Arrancamos con una marcha a pie, en julio de 1956, estuvimos más de cuarenta días en Montevideo”, nos relata. El motivo del reclamo estaba en la inclusión de los trabajadores portuarios en una Bolsa de Trabajo y el reconocimiento de un mínimo de jornales mensuales, divididos en tres categorías. La situación laboral en Nueva Palmira estaba deprimida desde el cierre de la Fábrica de Aceite Óptimo y se buscaba al menos asegurar el escaso trabajo que se ofrecía. Al final, consiguieron fundar y formar parte de la CASE (Comisión Administradora de Servicios de Estiva). Rememora la importancia de aquel logro para los trabajadores del litoral: “había mucho comercio de cabotaje” en todo el Río Uruguay, puertos menores que tenían mucha actividad (Juan Lacaze, Carmelo, Palmira, Dolores, Mercedes, Nuevo Berlín, Paysandú, Salto).
La militancia sindical y la política de izquierda se volvió peligrosa durante la Dictadura. A Moisés le hicieron un allanamiento durante una madrugada de Diciembre de 1973, tras la que estuvo nueve días preso en la Seccional 4ta. de Nueva Palmira. Lo que más le inquietaba era perder su trabajo y no poder mantener a su familia. En aquel entonces, sus hijos tenían dos y cinco años. No olvida que la desesperación lo llevó a solicitar desde su celda hablar con un mando militar, “si me llevan preso por ahí y me echan, voy a tener que robar”, le increpó sin pensar en las consecuencias de sus palabras. Al final fue liberado. Le explicaron que el motivo de su retención era el parentesco con los hermanos Peré: Ramón (estudiante y militante comunista que murió asesinado en una manifestación callejera) y Juan (miembro del MLN-Tupamaros, que habría cruzado el Río Uruguay, escapando de la represión). A Márquez y a Britos (un muchacho peluquero), “ya los habían soltado”.
La situación tras su liberación no le fue fácil. A los desplantes públicos, se le sumó el riesgo de perder alguno de sus trabajos, debido a sus antecedentes y es que debía hacer varias changas para mantener a su familia, en medio de la angustiante situación económica que vivían los amplios sectores populares del Uruguay. “Me salvó la gente de Peñarol y otra gente que no era de izquierda, pero que era escuchada”. Ver galería de fotos:
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