POLÍTICA
La “esmaquito” y cómo desmantelaron el club de delatores de la dictadura en Carmelo

La historia es más o menos así. Durante la dictadura, hubo un interventor militar en Carmelo, un militar de alguna de las unidades ya sea ejército o la armada, porque en todos los pueblos algún milico estaba a cargo. Era de apellido Maciel, algunos dicen que era del Varadero y otros dicen que el Maciel de esta historia era de Prefectura, ya que era la Prefectura la que estaba a cargo del pueblo.
Una noche, Maciel cayó por la oficina del entonces despachante de Aduanas Alfonso Merif, oficina que estaba enfrente del edificio de Aduanas, al final de calle Zorrilla de San Martín.
“Acompáñeme que usted es el único en el que confío aquí”. le dijo y lo subió a su vehículo oficial. Al llegar a la casa donde hoy está el juzgado de Paz, paró el vehículo, escribió algo en un papel y le dijo “si no vuelvo en cinco minutos, lleve esto a las autoridades que van a saber qué hacer”. El hombre desenfundó su arma, la revisó que estuviera cargada y al salir solo dijo “si no vuelvo haga lo que le dije”.
Por suerte al rato volvió sin que pasara nada, así que le pidió el papel de vuelta y solo dijo “desarmé el esmaquito de Carmelo, me tenían loco”.
El ESMACO (Estado Mayor Conjunto) en realidad, dependía de la Junta de Comandantes en Jefe y tenía bajo su responsabilidad el asesoramiento, la planificación y la ejecución de objetivos del gobierno militar sobre la población, durante la dictadura.
La “esmaquito” como le dijo el militar esa noche a Alfonso, no era ni más ni menos que una reunión de connotados ciudadanos carmelitanos que se dedicaban a denunciar en los cuarteles los nombres de otros ciudadanos carmelitanos a los que consideraban “izquierdistas” comunistas o simplemente “sospechosos”.
Era tan fanática la tarea y tanto el empeño que ponían en delatar gente que al final terminaban dando nombres de gente que nada tenía que ver incluso con posturas de izquierda. Muchos profesores que no tenían militancia política, por ejemplo, fueron mencionados por este “esmaquito” y terminaban sin trabajo porque “alguien” los había señalado como izquierdistas.
Así, los militares que recibían estas denuncias terminaban enloqueciendo a su interventor aquí en Carmelo, que sabía que muchas denuncias no tenían fundamento.
Tal era el nivel de fanatismo con la delación de gente en Carmelo que el propio militar tuvo que ir a amenazarlos con que pararan de delatar gente.
Los civiles
Entre fines de los años 50 y comienzos de los 60 emergió en Uruguay un conjunto de organizaciones auto nombradas “demócratas” que vinieron a ocupar el espacio de una derecha militante.
Como ya hemos publicado en estas páginas para apoyar a los militares que luego se alzarían con el poder, los sectores más recalcitrantes de la derecha, armaron en Carmelo dos movimientos: Uno fue el Movimiento de Reafirmación Democrática, que actuaba como filial local de la JUP (Juventud Uruguaya de Pie), y otro de padres de estudiantes, que fue el Movimiento de padres demócratas.
Así nació en 1971 el Modepade (Movimiento de Padres Demócratas) en agosto de 1971.
Ante hechos que demuestran la clara violación de nuestra forma de vida democrática, por parte de quienes quieren o pretenden reemplazarla por otras, haciendo para ello procedimientos desleales, reñidos con nuestro sistema de vida liberal, los padres demócratas de esos tiempos consideraban que había hechos que habían invadido el ambiente de la enseñanza con las características antes apuntadas, y habían decidido agruparse en el Movimiento de Padres Demócratas. Este grupo de derecha, ideológicamente cercano al pensamiento militar que luego usurpó el poder, no tenía empacho en anunciar que se declaraban “defensores del régimen republicano democrático” que se declaraba “independiente, sin ataduras políticas ni sociales”.
Así lo publicaba el periódico El Municipio de la época
De acuerdo a documentos de la época, a este grupo lo conformaron carmelitanos renombrados como Pedro Narbaiz, Edmundo Roselli, Juan Carlos Poletti y su esposa Alicia Carro de Poletti y algunos otros que luego fueron señalados como activos militantes en apoyo de la dictadura.
Un comunicado publicado en El Municipio de agosto de 1971 destacaba que el Movimiento de Reafirmación Democrática en Carmelo estaba formado por “todo ciudadano que sienta inquietud por la suerte de nuestra libertad y nuestro régimen republicano democrático, hoy en peligro, es ya de hecho, con pleno derecho, un integrante de este movimiento”, señalaba. Este movimiento se inauguró formalmente el 19 de septiembre de 1971 con un gran acto público de reafirmación democrática que sería la inauguración del movimiento en esta zona del departamento.
El comunicado lo firmaron connotados vecinos como el militar Humberto Mendívil, Gandur Osta, María Angélica Valente, Javier Alsina, María Rosa Cippollini, Carlos Pochellú, Dinorh Sartori, Olga Roselli y Dante Irurtia.
Así, se convocó para una concentración pública en Plaza Artigas el sábado 21 de agosto de 1971 “para luego partir en caravana de automóviles hacia Nueva Palmira en adhesión al gran acto de reafirmación democrática que allí se realizará”, se señaló la prensa de aquellos tiempos de Carmelo.
Al acto inaugural vinieron el doctor Alberto Gallinal y el doctor Eduardo J. Corso.
El Municipio, órgano de prensa de la época, señaló la participación ciudadana en unos cien tractores y unos doscientos cincuenta vehículos.
Algunos, cuando vieron al régimen militar en acción y el recorte de libertades, así como la represión, cárcel y tortura de muchísimos vecinos, se alejaron rápidamente y se mantuvieron al margen. Otros, como el caso de Dante Irurtia, siguió apoyando la dictadura y luego sería parte de ella como Concejero de Estado, hasta la finalización misma en 1985.
Los documentos que se pueden ver ahora en los archivos del Terror dan cuenta de cómo, mientras la agrupación de “padres demócratas” Modepade desapareció por el 1973, el Movimiento de Reafirmación Democrática funcionó hasta 1976 cuando desde el propio gobierno militar, les pidieron que por favor, dejaran de denunciar gente. La acción de aquel hombre, Maciel, que contamos al principio, fue determinante para terminar con aquel “club de delatores” que funcionó en Carmelo y que le costó la libertad a más de ciento sesenta carmelitanos y que dejara sin trabajo a muchos ciudadanos que nada tenían que ver, pero que fueron mencionados en mensajes a los militares, por los integrantes de esta “esmaquito”.
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