COLUMNISTAS
Retroceso civilizatorio

“¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad. ¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder; el sentimiento de haber superado una resistencia…
Los débiles y los fracasados deben perecer…Y hay que ayudarlos a perecer…
Con la compasión crece y se multiplica la pérdida de fuerzas que en sí el sufrimiento aporta ya a la vida. Hasta el sufrimiento se hace contagioso por la compasión: en ciertas circunstancias, con la compasión se puede llegar a una pérdida complexiva de vida y de energía vital…”
(F Nietzche ”El Anticristo”. Edit Booklassic, 2015)
Por Sylvia Rotunno. En “Genealogía de la Moral” establece que la palabra “malo” procede de “malus”, término usado para nombrar a los primitivos habitantes de la zona itálica que eran de piel oscura y cabello oscuro, en contraposición a los buenos y nobles de cabello rubio.
Afirmaba sin ninguna vergüenza que “los buenos” –refiriéndose a los seres humanos- son los bellos, los poderosos, los nobles, y felices. Mientras que lo opuesto a ello son los indigentes, los débiles, los enfermos, los feos, los pobres y los que sufren. El cristianismo ha invertido los valores, poniendo a los desvalidos y miserables en el centro.
Descreía de la filosofía de Sócrates porque Sócrates era feo y “quien es feo por fuera es feo por dentro”.
Una concepción tan singular sobre el ser humano y la forma en que se relaciona con sus semejantes, pensamos que habría quedado sepultada en un pasado vergonzante al que nadie quisiera volver. Los muros de Auschwitz, las investigaciones de Mengele, el Diario de Ana Frank y la reciente conmemoración de un nuevo aniversario de “la Noche de los Cristales Rotos”, dan cuenta de ello.
Sin embargo, hemos visto –no sin espanto- resurgir el fascismo y el odio muy cerca nuestro. Bolsonaro hizo su campaña electoral derrochando desprecio hacia los afrodescendientes, hacia las personas LGTBI, y hacia las mujeres. Enamorado de las armas y del poder que confieren, manifestó en un reportaje, que su hombría había flaqueado cuando engendró su hija mujer. Defensor de la dictadura y la tortura en las cárceles, dedicó su voto en el impeachment realizado para derrocar a la Presidenta, a Carlos Alberto Brilhante Ustra, el torturador de Dilma en épocas de su prisión política. Todo eso, a su vez, reivindicando los valores de la familia tradicional, el patriarcado y el macho violador, que solo se arrodilla y se amedrenta ante la presencia de Dios.
Erich Fromm, psicoanalista y psicólogo social de la Escuela de Frankfurt, quien debió refugiarse en América huyendo del fascismo, a mediados del S XX describió así la personalidad autoritaria: prepotentes con los más débiles y sumisos ante los poderosos, desconfían de lo nuevo, de los jóvenes, al tiempo que idealizan el pasado, la tradición, los héroes y los símbolos de la nación. El carácter autoritario supone siempre la existencia de un poder superior, exterior al individuo, y con respecto al cual éste no tiene más remedio que someterse.
Palabras de Fromm
“El carácter autoritario adora el pasado. La característica común de todo pensamiento autoritario reside en la convicción de que la vida está determinada por fuerzas exteriores al yo individual, a sus intereses… Esta entidad superior puede ser Dios, el pasado, la naturaleza, el deber, pero nunca el futuro, lo que está por nacer, lo que no tiene poder o la vida como tal. El carácter autoritario extrae la fuerza para obrar apoyándose en ese poder superior. Éste no puede nunca ser atacado o cambiado. Para él la debilidad es siempre un signo inconfundible de culpabilidad e inferioridad…En la filosofía autoritaria el concepto de igualdad no existe. El carácter autoritario puede a veces emplear el término igualdad en forma puramente convencional o bien porque conviene a sus propósitos. Pero no posee para él significado real o importancia, puesto que se refiere a algo ajeno a su experiencia emocional. Para él, el mundo se compone de personas que tienen poder y otras que carecen de él; de superiores y de inferiores. Sobre la base de sus impulsos sadomasoquistas experimentan tan sólo la dominación o la sumisión, jamás la solidaridad. Las diferencias, sean de sexo o de raza, constituyen necesariamente para él signos de inferioridad o superioridad. ..”
(Erich Fromm “El Miedo a la Libertad”, Barcelona, Paidós 2008. Cap. IV)
La otra cara
Seguidores de Bolsonaro, poniendo en práctica su discurso de odio, mataron a decenas de militantes del PT durante la campaña, ingresaron a varias universidades portando armas y carteles con consignas anticomunistas y atacaron a poblaciones indígenas.
Con el triunfo electoral de Bolsonaro, en nuestro país, salieron a luz personajes que pretenden ser los Bolsonaros uruguayos, arrogándose la gloria de desplazar a la izquierda en el gobierno. La ultraderecha vernácula salió del clóset.
Tras la década de gobiernos progresistas en Latinoamérica, el Imperio decidió poner en orden su patio trasero otra vez. Y echó a andar el Plan Atlanta. Sin imponer dictaduras como en los años setenta, valiéndose de los medios de prensa –que son empresas y responden a los mismos intereses de clase- que se encargan de ´poner personajes públicos en el ojo de la tormenta con acusaciones sobre las cuales muchas veces no hay ni siquiera pruebas, como en el caso de Lula. Manipulan así la opinión pública y ganan las elecciones en forma incuestionable. También se valen de jueces y fiscales que dictan sentencias totalmente carentes de imparcialidad. El juez Moro es el ejemplo más evidente. Otra herramienta empleada es la fábrica de “fake news” (noticias falsas) que se largan a las redes sociales y son repicadas millones de veces por máquinas robots que han sido programadas para ello. Varios millones de dólares aportaron empresas brasileñas para financiar la difusión masiva de noticias falsas contra Haddad.
De este modo se han ido sacando de encima los gobiernos progresistas uno por uno.
Estamos viviendo un franco retroceso civilizatorio. En Jujuy acaba de reglamentarse el trabajo infantil como en las épocas de la Revolución Industrial; Brasil retrocedió cien años en los derechos conquistados por los trabajadores, y en nuestro paisito, recientemente, una patota de “valientes” atacó ferozmente a una mujer trans…solo porque sí.
Los avances en derechos que hacen los pueblos, son como la tarea del alpinista: el ascenso por la ladera, con lentitud y mucho esfuerzo se va logrando poco a poco; pero un descuido y un tropezón cualquiera, sirven para perder en un momento, lo que costó tanto tiempo y esfuerzo lograr.
*Docente, Florida

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