SOCIEDAD
Como miles de testimonios: “lo trasladaron en ambulancia por Covid, y no lo volvimos a ver”
Miles y miles de familiares vivieron momentos de “horror” por todo lo que implicó el Covid: aislamiento del enfermo, muerte y enterramiento en soledad. EL ECO fue al encuentro de María Cristina Etchegaray para hablar sobre lo que significó una partida para siempre, sin despedida, en este caso la de su padre. Gerardo “el Vasco” Etchegaray, que tenía una columna titulada “Reflexiones” en este medio.
Dos nuevos fallecimientos por coronavirus se registraron en el país en la pasada semana. Iban hasta el día 25 de marzo 7.621 decesos por el virus, y 608 personas estaban cursando la enfermedad, de las cuales tres eran del departamento de Colonia. El Covid, aunque ahora en forma silenciosa, sigue cobrándose vidas.
Era verano de 2022, hace poco más de un año. La familia con años viviendo en Palmira, como otras tantas veces, quedó en reunirse en Atlántida. Se encontraron familiares de Buenos Aires, de Colonia del Sacramento, y de Palmira Gerardo Etchegaray, su señora Alba García y su hija Ma. Cristina.
Sentados en la cocina (Nueva Palmira), las palabras de Ma. Cristina salían de lo profundo y pegaban en su rostro: en muecas de dolor, de incomprensión, y algunas escasas sonrisas, y por momentos haciendo silencios prolongados por el dolor de revivir todo y, a la vez, cuidando la sensibilidad de su madre que escuchaba atentamente.
El diagnóstico
Fue el tiempo de la “oleada Omicron. Papá estaba raro ese día del cumpleaños de mi hermana, en Atlántida. Él tenía 92 años y su corazón estaba en un hilo, nos habían dicho los médicos. Se empezó a sentir mal, casi en simultáneo mamá y yo. Dormí todo el día y se me pasó. Papá empezó como con un problema respiratorio leve, dejó de hablar y sólo salían de sus labios quejidos, pensé que tenía un accidente cerebro vascular. Fue tremendo el entorno. En Atlántica lo único que hay es una clínica, para internación había que ir a Pando”.
Ante esos síntomas que nunca pensamos que era Covid, llamaron reiteradamente médicos a domicilio y “no fue nadie”. Optaron por llamar a un taxi para llevar a Don Etchegaray a la clínica, ya lo conocían porque el matrimonio Etchegaray- García vivió 12 años en Atlántida.
Le diagnostican a los tres coronavirus y los mandan para la casa. El taxista que los llevó los esperó amablemente y ayudó a Don Etchegaray a ingresar a la casa, sabiendo que tenían Covid. “Entre todo ese despiole, después el taxista me llamaba a cada rato porque al tener nosotros Covid no podía trabajar por dos días, y a eso nadie se lo pagaba, nos decía. Más o menos era como que me quería expulsar de Atlántida”.
Volver a Palmira en qué
Frente al caótico cuadro, optaron por volverse a Nueva Palmira. Imposible hacerlo en taxi porque los tres estaban cursando el virus. “Nuestra sobrina y su esposo fueron de Colonia y trajeron a mamá, y a mi padre que venía con la cabeza sobre ella, sin emitir una sola palabra de Atlántida a Palmira. Yo me vine en ómnibus llegamos casi todos juntos aquí. Papá era una persona físicamente grande, había perdido la fuerza en las piernas y costaba moverlo”.
En Atlántida, y desde el domingo que llegaron a Palmira de retorno, Don Etchegaray no mejoraba. “De Camoc todos los días venían médicos vestidos como astronautas, después le pusieron oxígeno, circuitos… No hablaba, sólo expresaba quejidos, desde que se sintió mal en Atlántida. Un día me pidió que lo llevara al baño, fueron sus últimas palabras coherentes. Mamá también se sentía mal porque no se había recuperado todavía del Covid y al igual que yo pasó cinco días sin dormir por cuidar a papá”.
La última mirada
“Retornamos un domingo y el jueves papá como diciendo que ya no quería más nada, estaba desesperado, se arrancó todo, la máscara de oxígeno, el circuito. Llamé a Camoc, el Dr. Avelino dijo que él no podía seguir más en casa y lo llevaron en ambulancia a internación. Llamamos a Secom, el servicio de acompañante, hacía 11 años que mis padres eran socios, nunca habían utilizado el servicio y no se lo dieron por el Covid” pero a la cuota había que pagarla igual.
De Camoc sólo recibían informes telefónicos. “Cuando fueron a subir a papá en la ambulancia me quedé con sus zapatos en la mano, intentando que alguien los agarrara. No”
No les permitieron ir a Camoc Carmelo, no podían ver a Don Etchegaray, sólo recibían informes telefónicos, “todos muy amables. Hasta que unas 48 o 72 horas después llamamos, y nos dijeron ‘la nurse no puede atender porque está en una emergencia’. Viste cuando sentís algo especial en tu interior, sentí que la emergencia era papá. Al rato nos llama el Dr. Ariel Viviano, que era el médico de cabecera de papá, y nos dijo que había fallecido”.
La reacción lógica fue el pedido de verlo, de estar con Don Etchegaray, la respuesta fue no. “Tuvimos que ir a hacer los trámites en la empresa fúnebre, cuando estábamos ahí, vemos que llega un coche, y preguntamos si ahí venía papá, nos dijeron que sí. Pedimos verlo, y recibimos otro no. Papá le había pedido a mamá que cuando falleciera lo cremaran. Nos indicaron que el sábado lo llevaban a Colonia para la cremación, no nos dejaron asistir. No podía estar nadie en ese momento, según las disposiciones que había. Después sólo recibimos una urna con sus cenizas y unas flores que no supimos quién las mandó”.
María Cristina quedó en silencio, suspiró. En la cocina todo pareció aquietarse. Levantó la vista, apoyó su mano derecha sobre el mentón y casi susurrando dijo: “Imaginate esos momentos”.
Miles de Etchegaray
Las circunstancias límites, la muerte que, como el aire, no se puede atar, la llevaron a pensar a Ma. Cristina si cuando se enfrente a la muerte, va a tener la misma entrega que recuerda de su hermana Ana y de su padre enfermo. “Vivimos una vida más o menos intensa, más o menos interesante, pero la muerte se lleva todo, y todavía pasarlo así, sin estar en el momento de la partida es tremendo”
Cuando retornábamos a la Redacción pensábamos cuántas terribles historias de dolor no curado habrá en familiares y amigos, entre muchos de los “7.621” fallecidos en Uruguay. Sin pensar las tragedias de quienes supieron que sus seres queridos eran colocados en fosas comunes.
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