SOCIEDAD
El “Eolo” eterno

Por Alfredo Zaldúa* (nota publicada también en su facebook). Hace un tiempo escuché y leí (EL ECO de PALMIRA), del interés de instalar con rango de valor patrimonial, un vagón de tren. Este, sigo diciendo acorde a los comentarios, sería situado en la rambla, más precisamente en la plazoleta “Roosevelt”, popularmente conocida como “del Lobo”, esto último a causa de eso que tiene lo doméstico que consigue imponer sus costumbres, en este caso de identificar un lugar, por sobre lo oficial. Similar a lo que sucede con el Muelle “Gral. Flores”, el que para los palmirenses ha sido, es, y seguirá siendo, cariñosamente y por sobre sus bienvenidas restauraciones, el “Muelle Viejo”, porque así se trata de su presencia y permanencia en el tiempo. Símil a una persona que no deja de tener la edad que tiene por más cirugías estéticas que cargue sobre su físico. Pero lo “del Lobo”, que no es ninguno que vino a dar aquí de bosque alguno ni escapado del cuento de Caperucita, mencionado apenas por una mínima necesidad causal, si fuera el caso, da para comentarlo en otro momento como mera anécdota.
No molesta la ubicación de un vagón, aunque no tiene mucha relación con el historial de nuestra ciudad, a no ser por ese tren conectado al puerto, históricamente proyectado, que nunca llegó y, posiblemente por relación a otros intereses, nunca llegará.
Sin descartar lo del vagón y sus argumentos, esta idea no se contrapone, voy a hacer público algo que me surgió largo tiempo atrás, que he comentado entre unos pocos, incluso algunos de ellos autoridades con cierta vinculación con el tema en cuestión, sin afán de apropiarme la idea sino la de compartirla para hacerla de todos. El ya mencionado “Muelle Viejo” y el “Eolo” son irrefutables emblemas patrimonialmente históricos por la función cumplida, significativos íconos del paisaje de la ribera palmirense.
Por ello, antes de que la oleada del tiempo siga con su trabajo, propongo sacar del cauce que los alberga de tiempos inmemoriales, los restos del “Eolo”, también, aunque su nombre se impone, apodado por los lugareños “barco viejo” o “barco hundido”. Sacar sus restos a la costa, con las previsiones que exija la tarea, ubicarlos en un pedestal, y allí, debidamente identificados, hasta con una breve reseña de su historia, cual monumento quede perpetuado en el tiempo como testigo de aquella época que fue, cuando puso proa hacia el también largamente demorado activo presente portuario, por el que hago votos sea infinitamente prolongado. El “Eolo” con su quilla y lo poco que persiste de su costillar, sobre un albergue adecuado, eternizando su presencia física como parte de nuestra rica herencia histórica.
*Alfredo Zaldúa, Nueva Palmira. Periodista, escritor, dibujante y dramaturgo

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