Historia paranormal: con la muerte en el asiento trasero (parte 1)

El inicio

Sonó el teléfono celular en la mañana del pasado sábado 14 de diciembre, estábamos en la Redacción de EL ECO dialogando sobre la edición que había salido a la calle y sobre la próxima. Cuando atiendo escucho la voz, extremadamente nerviosa, de Cristian, un amigo que vive en Paysandú. Primero fue una charla periodística, pero se interrumpió con un: “-¡No sabés lo que me pasó! Si te lo cuento no me lo vas a creer-”, decía con frenesí el protagonista de la historia que relataremos, de quien sólo revelaremos su nombre.

Los hechos

Era de madrugada. El protagonista de esta historia tan peculiar como alarmante, habitualmente desde su Paysandú natal recorre todo el Litoral de sur a norte. En esta oportunidad conducía con sueño y estaba tentado de parar el auto para descansar un rato. La noche era profundamente oscura.
Cristian estaba cansado, muy cansado, pero continuó y unos kilómetros más adelante, apareció ante sus ojos una estación de servicio cercana a la ciudad de Salto. “Paré, comí algo y me tomé una coca, me sentí mejor, me faltaba poco más de una hora para llegar a Artigas, así que decidí seguir”. Su relato hasta ahora es tan normal como cotidiano. Entonces no imaginaba que aquel era el preludio de una historia que viviría kilómetros más adelante.
Dudó por cuál carretera tomar, si la que estaba en mejor estado o la que tenía un trayecto más cercano a la ciudad de Artigas, pero estaba en mal estado y es sumamente solitaria. “Como estaba cansado me largué por ahí, se trata de la carretera N° 31”.
Continuó su camino. Cuando pasaron unos kilómetros en la solitaria ruta artiguense, en aquella profunda noche, comenzó a sentir que en el asiento de atrás viajaba alguien con él. Sentía su presencia y su mirada en la nuca, en su espalda. Escalofríos. Era, cada vez más, una presencia muy fuerte…
Continuó avanzando, más lentamente, pero avanzando. Estaba sumamente nervioso. En esa zona se habla del “Andante” (ver recuadro aparte), pero en este caso sentía un frío helado que le llegaba a lo más adentro.
Levantó el espejo retrovisor e intentó concentrarse en el camino y en conducir el auto, pero cuando sus manos estaban aún sudorosas y apretando el volante, ante sus ojos apareció una niña que se paró al costado de la carretera. Ambos se miraron.
El conductor entreparó la marcha, pero no totalmente el auto y cuando miró por los espejos no había nadie, la niña había desparecido. No lo podía creer. ¿Cómo una niña estaba parada en el medio de la ruta, en silencio, sin haberle hecho señal alguna? ¿Fue real, o simplemente una visión?
No sabía qué pensar. ¿Estaba despierto? ¿Era real todo que estaba viviendo?
Ya estaba aturdido, sin saber qué pensar, con el miedo a lo desconocido dentro del cuerpo. La sensación de que alguien viajaba detrás había desparecido por un momento, pero no sabía qué hacer ni qué pensar. Y cuando se preguntaba por la niña que no podía borrar de sus ojos, en el medio de la carretera apareció un enorme perro que se paró imponente sobre sus patas, se quedó inmóvil en el centro de la ruta esperando el choque del auto…
El conductor se aferró al volante, abrió grandes sus ojos y se preparó para el impacto.
Y el choque se produjo, muy fuerte, el auto se rompió y allí sí el conductor paró el vehículo, se bajó y vio el paragolpe y el espolón, averiados por el impacto.
Alumbrándose con el celular, caminó para ver el estado del animal… pero… no había nada, absolutamente nada. “Te juro que es cierto, te juro que es cierto!!! Sentí el choque. Aparte en la carretera yo no esquivo y lo choqué y venía casi a cien”. Cristian relataba muy nervioso los hechos sucedidos pocas horas atrás.
En la carreta no quedaba rastro alguno del choque, ni sangre ni pelos, ni nada. Atinó a subirse al auto y retomar el camino lo más rápido posible. Sin mirar para atrás, intentando olvidar. Esto no era posible, porque el auto debió ir al taller.
Es más, cuando lo llevó a arreglar y le preguntaron qué le había pasado, contó algo de su historia. Allí se miraron entre los trabajadores, porque ellos también habían vivido algo muy parecido, extremadamente parecido, en la ruta 31.

La muerte en la canción

Intentando borrar de su cabeza lo que estaba viviendo, mitigrar sus miedos, olvidar y concentrarse en otro tema, se puso a escuchar un podcast sobre las carreras y los pilotos de Fórmula 1, lo que estaba sucediendo y lo que vendrá para el 2025…

Pero esa noche le faltaba una sorpresa mayor, quizá tan atemorizante como las ya vividas… Porque cuando el tema deportivo salía de su celular, de la nada su Spotify cambió solo y apareció la canción denominada: “Oda sin nombre” (ver recuadro aparte). Con escalofrío y los ojos muy grandes escuchó donde dice: “me crucé con un niño y perros salvajes”… y remata diciendo: “como una sombra que viaja conmigo, la parca siempre viene detrás”.

Otra vez la sensación de que no viaja solo, otra vez alguien en el asiento trasero, otra vez aferrado al volante sumamente tenso… En la lejanía aparecen las luces de la ciudad…

Letra de “Oda sin nombre”

Escuché un millón de voces en esta tierra
Oí tu silencio al partir
Escuché un susurro que me decía
“Ella baila siempre detrás”

Me crucé con un niño y perros salvajes
Ví una luz espectral
Andaba un ángel delante mío
“Y ella baila siempre detrás”

Me acompaña, nunca duerme
No descansa, siempre junto a mí
Puse cuchillos y espadas filosas
Clavados en una pared

Puse un crucifijo y debajo decía
“Ella baila siempre detrás”
Pasé la frontera con los ojos cerrados
Vi fuegos helados arder

Y como una sombra que viaja conmigo
“La parca siempre viene detrás”
Me acompaña, nunca duerme
No descansa, siempre junto a mí