SOCIEDAD
Historias: La vida de los que quedaron afuera del penal

María Noel Fontana tenía 19 años cuando se llevaron a Mauro Krismanich, su esposo desde hacía pocos meses y novio de toda la vida. Vivían felices en Buenos Aires, y vinieron a Carmelo para las fiestas de 1975 en el viejo avión que hacía la línea Carmelo- San Fernando. Estuvieron celebrando la navidad con la familia y el 26 volvieron a trabajar. Ellos no lo supieron en ese momento, pero ese día se escaparon por poco.
Confiados, volvieron para festejar Fin de Año y el 31 cuando aterrizó el avión, los estaban esperando las Fuerzas Conjuntas.
De cómo le cambió la vida a María Noel durante esos ocho años que su esposo estuvo preso, primero torturado en el batallón y luego a lo largo de ocho años en el Penal de Libertad, trata esta historia. Desde aquella visión de su esposo en el cuartel “estaba irreconocible” cuenta cuando lo volvió a ver cien días después que se lo llevaron, hasta que finalmente salió en libertad, un diciembre ocho años después. tratan estas líneas, que busca homenajear a las mujeres que en aquellos años “hicieron el aguante” a quienes fueron detenidos y encarcelados por el régimen cívico-militar.
Caer el 31.
“Nos casamos en mayo, en julio estábamos en Montevideo y nos fuimos para Buenos Aires porque veíamos que la situación estaba difícil, así que fuimos a trabajar allá. Ya habíamos ido y venido varias veces sin problemas” cuenta “cuando llegaron las fiestas del 75 vinimos para Navidad en la época del avión que llegaba a Carmelo, aquel avión para ocho pasajeros, así que vinimos y nos fuimos el 26 porque había que trabajar. Como todo anduvo bien, decidimos volver para fin de año. Llegamos el 31, quisimos hablar por teléfono antes pero era la época que había que esperar varias horas para lograr una llamada hasta Carmelo. Lo mismo pasó desde acá porque mi cuñado después nos dijo que cuando nos dejó en el aeropuerto el 26, vio que llegaba la policía, fue algo que le llamó la atención y nos iba a comentar pero como tampoco se pudo comunicar, quedó ahí”.
Así que el 31 llegamos “estábamos en una lista donde nos dejaron detenidos. Estuvimos un rato ahí, nos vinieron a buscar, nos trajeron a los dos para la comisaría, nos hicieron unas preguntas y me dijeron que me fuera. Que volviera de noche para traerle comida porque no se sabía que iba a pasar con él, porque dependía lo que dijeran de Colonia”.
Fue algo muy conmocionante “porque, como habíamos estado el 24 nunca pensamos que lo iba a detener. Yo tenía 19 años, Mauro 21” recuerda “al otro día de mañana ya habían venido a buscarlo para llevárselo para Colonia”.
De ahí pasaron 100 días, en los que no lo volvió ver “Iba dos veces por semana al cuartel a preguntar, primero no decían nada, me hacían pasar y me preguntaban por gente de Carmelo que estaba detenida y yo les decía que no que no los conocía, que hacía poco que estaba en Carmelo, cualquier cosa. Después me dijeron que esperaban el juez. Pasó el 31 de diciembre y recién lo pudimos ver el 9 de abril” contó.
De ahí empezaron las visitas en el cuartel una vez a la semana “la primera vez que lo vi parecía otra persona, estaba re flaco pelo largo, uñas largas, todo alrededor era muy precario, una mesa con una fiambrera al medio, y las visitas eran muy cortas y yo iba acompañada con mi suegros”.
La comida para Maidana
Después nos decían que le podíamos llevar comida, pero que fuera todo salado, nada dulce y que le pusieramos cigarrillos, contó Noel a EL ECO “se ve que el milico que nos pidió eso, le gustaba lo salado porque a Mauro nunca le llegaron esas cosas. Le cociné a un famoso Maidana durante mucho tiempo” recuerda y se ríe.
Todas las semanas le llevaba un paquete con algunas cosas, “pero al tiempo nos enteramos que a Mauro nunca le llegó nada de eso. Le cociné al famoso Maidana. El mismo que después lo encontré en el Penal de Libertad y lo único que pude hacer es evitar tener contacto con él”.
En setiembre del 76 lo pasaron al penal después de 9 meses en el cuartel.
Las idas al Penal
Como fueron las idas al Penal de Libertad preguntamos “después de nueve meses, un día fuimos al cuartel y nos dijeron que lo habían llevado para Libertad. Así que seguimos en el auto de mi suegro, entramos y seguimos para el penal de presos comunes. Nosotros seguimos de largo, pregunté y tuve que volver al edificio anterior, al EMR 1. era sábado y ya era después del mediodía, así que no lo pudimos ver. Recién dos semanas después pudimos verlo. Primero era por orden de llegada y podías estar todo el día para verlo 45 minutos. Después lo organizaron y ya tenías una hora determinada para llegar. Eso fue mucho después”.
Era todo muy feo, recuerda “había mucho control, el personal militar femenino. Había dos visitas al mes, la visita con paquete iba con mis suegros, la visita sin paquete iba sola en la Onda. Me bajaba en la ruta 1 donde ahora está el memorial y hacíamos dos kilómetros caminando. En el primer edificio te anotaban, después caminamos varias cuadras más, hasta la primera pasada que eran los controles uno por uno. Pasabas por dos portones mas, esperabas mucho rato, hasta que llegabas al locutorio, donde llamaban por número del preso y número de cabina. Cuarenta y cinco minutos por teléfono con vidrio de por medio y una vez al año una visita especial en un parque o si llovía en un sótano, sentados en un banco de plaza con varios militares al lado”.
La comunicación era por teléfono con un vidrio. La revisación era espantosa, hasta desnudaban a los bebés en pleno invierno, recuerda.
Mauro llegó al penal con 21 años y parecía que tenía 40, “estaba muy delgado y deteriorado. Una vez me avisaron que Mauro estaba en la isla por un mes, incomunicado y que no fuera porque estaba castigado. Así fue la vida durante ocho años”.
La organización en casa.
María Noel vivió con sus padres esa etapa y por suerte, como recuerda, la contención de su familia natural y de su familia política le permitió sobrellevar mejor la situación “me quedé en diciembre del 75 y hasta agosto del 76 estuve con mis padres, recién ahí empecé a trabajar en una oficina, del 76 al 79 y en el 79 quedaba un local vacío del cine, donde está ahora Barlovento, y ahí puse una boutique hasta que decidimos encargar nuestro primer hijo, ahí la vendí” recuerda. Fue una ventaja no tener chiquilines chicos en aquel momento, comentamos “el día que íbamos con mi suegro en el auto, también iba Ramona la señora de Juan Cabrera con lo dos niños, que aprovechaban a ver a su padre. Bernardo tenía tres meses y Lorena también era pequeña” cuenta “la única alegría que teníamos era comprar sandwiches en Valdense a la vuelta, los niños recuerdan como una jornada de cumpleaños ese día” rememora.
Mauro salió el 16 de diciembre de 83, le dieron quince días de libertad anticipada “tuvo suerte porque en la mayoría de los casos te daban la libertad y te tenían días y hasta meses que pasaban hasta que finalmente te largaban. A Mauro le dieron primero cinco años, cuando iban cuatro le extendieron la pena a 10 años y finalmente quedó en ocho”.
Cuando finalmente nos juntamos, en el año 83 “la vida aún era difícil. Había que ir a Colonia una vez a la semana, pedir permiso si ibas a Montevideo. En CArmelo el ambiente ya era un ambiente diferente, la gente ya se acercaba a saludar.Hubo un momento en que me sentí como para, lo viví más cuando puse el comercio, y veía que había gente que jamás iban a entrar a comprar nada. Pero por suerte eso pasó” señala.
FIN
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