SOCIEDAD
Nota completa. Ana Laura Gutiérrez, una desobediente hija de militar: “En mi casa se decía que en dictadura se vivía mejor”
Por Daniel Roselli. Ella es hija de un militar que estaba de servicio en un centro de detención y tortura de la dictadura militar que azotó el Uruguay entre 1973 – 1985. Ana Laura Gutiérrez afirmó a EL ECO que su papá estuvo en el Carlos 300, donde se encontraron los restos de Fernando Miranda y Eduardo Bleier.
Esta nota no es sólo la denuncia de la represión militar, no se trata solamente de hurgar en el pasado la barbarie de las charreteras, sino que abarca la historia de vida de dos muchachas que se criaron y se educaron cargadas de dudas y de sinsabores. Ellas tuvieron una infancia y vivencias dentro de una casa que se embelazaba por la represión, mientras que fuera del recinto familiar se denunciaba y se acusaba a quienes cometieron delitos de lesa humanidad. Los mismos de los que su padre se enorgullecía y defendía.
Ana Laura Gutiérrez (37 años) e Irma son hijas de Armando Gutiérrez que ingresó al ejército uruguayo en el año 1972. Este hombre falleció en el año 2019, sin atestiguar, sin brindar información, cuando tenía 64 años de edad y ostentaba el cargo de sargento.
Sus hijas tuvieron grandes discusiones, ya sea con él como con su mamá, sobre lo sucedido en los años pasados en nuestro país y en cómo caminar al futuro. Armando Gutiérrez murió de Parkinson pero aun cuando la enfermedad no había avanzado demasiado, los militares lo iban a buscar para reuniones y cenas.
La búsqueda de la verdad y la muerte dos veces
Los enfrentamientos, las distintas miradas, los hechos que sucedían en el presente sobre lo vivido en la dictadura, minaron la relación de la familia Gutiérrez, y eso tuvo un punto de inflexión cuando Armando Gutiérrez le dijo a su hija Ana Laura que había ingresado al ejército en el año 1972.
Esas confesiones, esas discusiones, también formaron a las hermanas Ana Laura e Irma Gutiérrez, quienes a mediados del año 2021 se acercaron al colectivo Historias de Sobrevivientes Uruguay. “Yo hacía muchos años que venía con cuestionamientos con mi papá, su participación en el Ejército. Desde que lo conocí siempre fue militar”. Mientras que “mamá falleció antes que mi papá, y mi mamá era una persona muy difícil de llevar…”
En principio, Ana Laura desconocía si su papá había sido militar en los tiempos de la dictadura “pero él siempre defendió la dictadura, y me hablaba de los subversivos, de los comunistas. Y cuando le planteaba mis cuestionamientos nos enfrentábamos mucho. En esas conversaciones que comenzaban naturales, de preguntar de política, él empezaba con los comunistas, los subversivos y arrancábamos a discutir muchísimo”.
“En un momento mi marido me dice, ‘vos te tenés que sacar la duda, no tenés que ir al choque, sino obtener información’, porque yo me preguntaba en forma constante si había estado en el Ejercito en la dictadura”.
Y ello sucedió un día en el auto, cuando Ana Laura llevaba a su papá en auto. Gutiérrez ya estaba enfermo de Parkinson y Ana Laura iba al volante y “le pregunté por sus años de trabajo, como una conversación casual, y entonces me respondió que había entrado en el ejército en el año 1972”.
Armando Gutiérrez se jubiló con el cargo de sargento en la dependencia de Servicio de Material y Armamento del Ejército en el Batallón 13, donde se buscan constantemente restos de desaparecidos, “y le pregunté ´¿vos entraste al principio ahí´? Y me respondió ‘sí sí, yo hice toda mi carrera ahí’. Y como yo ya sabía que ese lugar había sido un centro de reclusión y torturas porque ahí funcionó en uno de los galpones el ‘300 Carlos’, ahí se me cayó toda la estantería”.
El camino
Para Ana Laura y su hermana Irma fueron años muy difíciles, con una educación en el hogar pro dictadura, pro militar, “mi mamá siempre repetía que en la dictadura se vivió mejor. Lo que es verdad, porque las familias de los militares en la dictadura vivían mejor. Es más, de algo que no se habla es de los delitos económicos, porque los militares asaltaban las casas, las vaciaban, donde no sólo se llevaban a las personas sino que a las casas las vaciaban. Por eso realmente las familias de los militares se vieron beneficiadas”.
Después de lo que fue la confirmación de que su papá había estado en un centro clandestino de represión, Ana Laura comenzó un camino para obtener mayor información. “De él nunca saqué información, pero hablando con personas que no sabían que yo era hija de un militar, conozco a una persona que había estado secuestrada y me informa que existe un colectivo de familiares de represores”.
A partir de allí tomamos contacto y en el año 2021, junto con su hermana Irma sale públicamente, “fue cuando Cabildo Abierto saca el proyecto de prisión domiciliaria para los represores, porque no son presos políticos, son genocidas, son represores, ahí salimos, con la convicción de que por ahí habría otros desobedientes ocultos que como nosotros sentían vergüenza y no encontraban los caminos para poder expresar esto”.
-En este camino que ha realizado, ¿tuvo información de que su papá realizó apremios físicos?
-No, no, nunca me dijo. Mi papá falleció de Parkinson. Contrajo la enfermedad con 30 años y murió a los 64. Unos meses antes de fallecer comenzó con delirios y decía que lo querían golpear, que lo querían torturar, que lo tenían secuestrado y decía apodos de personas.
“Le pregunté, pero no me dijo”
Ana Laura cuando su papá estaba enfermo le preguntó qué delitos había cometido, “yo le pregunté porque además le dije ‘vos estás pagando lo que hiciste’. Pero lo que me respondió fue que yo no servía para nada, que yo estaba viva gracias a él, y nunca me dijo que él había atacado a alguien. Tampoco he encontrado gente que lo dijera. Y ojo que yo he hecho la recorrida por el 300 Carlos, y voy con la foto de mi papá por si alguien lo reconoce. Pero quienes fueron presos políticos estuvieron encapuchados, y mi papá era un soldado en esa época y claramente era quien cumplía las órdenes”.
La defensa de la patria
Ana Laura recordó que en las discusiones que tuve con mi papá, “me decía que él defendió la patria, ‘nosotros la defendimos de los subversivos’, él claramente se incluía entre ese grupo de gente. Y primero que nunca mostró un arrepentimiento de lo que sucedió, y eso para mi es muy importante. El haber estado ahí, al costado de un galpón donde se torturaba gente, y no haber dicho nada, eso lo hace parte, lo hace cómplice… Ahí encontraron los restos de Miranda y de Bleier”.
-¿Cómo llevaste adelante el amor de hija con todo esto?
-Mi papá se murió dos veces, a pesar que nunca lo abandoné, y cuando estaba postrado y no se podía mover, yo lo iba a visitar al Residencial y a ayudarlo, lo hacía por humanidad, pero no lo hacía por él, lo hacía por mí… Pero antes de morirse ya se había muerto. La primera vez fue cuando me dijo que había entrado en el ejército en el año 1972 y yo iba manejando el auto y me dio unas ganas de parar y tirarlo en plena avenida… Yo creo que ese día él se murió.
-¿Él recibía visitas de otros militares?
-Si, si, si… Y había una hermandad… Y tenían un grupo de coroneles, de altos cargos que se juntaban… Cuando papá no estaba tan mal lo iban a buscar y después lo llevaban. Yo creo que eso forma parte del pacto de silencio. Como diciendo ‘no te olvides que estamos acá, que somos todos…’ Yo en algún momento, mucho tiempo atrás, le pregunté por ejemplo por Elena Quinteros, y él me decía ‘la agarramos de los pelos y la sacamos de la embajada’. Yo no sé si él estuvo en ese operativo, no sé, pero sí se sentía parte.
-¿Y cómo ves ese resarcimiento que van a tener las víctimas de la guerrilla?
– Al proyecto de Cabildo Abierto no lo leí en profundidad, sí he visto los comentarios que genera. Pero quiero destacar que ellos ya tuvieron un resarcimiento económico, en el año 1973 se compensa a las familias de los caídos en la guerra que ellos inventaban. Porque era el Estado en manos de militares atacando a gente. Y repito, ya tuvieron un resarcimiento económico, pero lo que me parece es que se quiere instaurar la teoría de los dos demonios. Pero hay que recordar que en el año 1972 el MLN Tupamaros estaba totalmente desarticulado y la mayoría presos.
-¿Qué piensa de las hijas de militares que los defienden, como es el caso de Rossana Gavazzo, hija del histórico y tristemente célebre, José Nino Gavazzo?
-A eso lo hablaba en Buenos Aires, y no preguntábamos cuál es nuestro disparador para defender esto y eso mismo contra partida, qué les falta a ellas para defender eso. Yo creo que lo primero es que le falta cierta empatía al escuchar a las víctimas que vivieron los tormentos. Y también muchas ganas de salir de una zona de confort, porque las familias de militares en nuestro país (y países de la zona) tienen un gran pasar económico. Por eso creo que hay falta de empatía y mucha ambición.
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