SOCIEDAD
Recorrido histórico hasta este 2022: Lo que reivindican las mujeres este 8M
Por Inés Barrio*, informe especial EL ECO. En una nueva jornada conmemorativa del Día internacional de la Mujer, el psicoanálisis tiene mucho que decir, ya que, en sus orígenes, Sigmund Freud comenzó escuchando la voz de las mujeres que no tenían voz, a finales del siglo XIX: sus magistrales casos clínicos de pacientes histéricas que eran tratadas como locas o endemoniadas poco tiempo antes.
Mucho ha sido el agua que corrió bajo el puente desde la quema de brujas en Salem, o desde que para tener acceso a leer o escribir las mujeres debían optar por el convento de claustro, siendo paradigmático el caso de sor Juana Inés de la Cruz; o que para actuar en una obra de teatro en tiempos de Shakespeare debían travestirse como varones….
Largo el camino de las reivindicaciones y de la lucha en el seno de los movimientos feministas en el mundo entero, que están comandados por la necesidad de sustituir el discurso patriarcal por la anhelada paridad de géneros.
Vamos a recorrer brevemente dónde se funda el discurso del patriarcado, que a pesar de los indiscutibles progresos que ha ido haciendo el colectivo femenino, sigue vigente.
En el Genesis bíblico, que rige toda la cultura occidental, la mujer emerge después del hombre, como un desprendimiento.
“No es bueno que el hombre este solo…” dice Dios Yahvé, y lleva a cabo la famosa operación de la costilla, por medio de la cual la mujer nace del hombre.
Pero no está previsto que ella hable, aunque llegará el momento en que lo haga y será con la serpiente.
El hombre es expulsado del Paraíso por la falta de inocencia de la mujer -por su culpa- y el castigo será, para él, ganar el pan con el sudor de su frente, trabajar, y para ella parir con dolor.
Ella será nombrada Eva, madre de todos los vivientes, y autorizada desde entonces a desear la maternidad. Solo una forma de creación: la procreación.
Toda otra forma de acceso a la cultura, al acto de sublimar, estará vedada para las mujeres por siglos y siglos.
En los umbrales del siglo XX Freud consideraba a la mujer como víctima del peor proceso de represión: la represión del pensamiento propio.
Hay un dilema para la mujer, que persiste y se lo escucha cotidianamente pero sobre todo en el consultorio del analista, y es el de lograr partirse, dividirse como mujer y como madre.
Lacan sostiene que ese movimiento de báscula sería lo más deseable, pero es también lo más difícil. Es más sencillo estar toda de un lado: ser madre o ser mujer.
La familia, tal como la entendemos hoy, es un producto de la modernidad occidental. Antes de la revolución industrial, la familia era una unidad productiva, destinada a conservar los bienes y a trasmitir el linaje.
Con la industrialización masiva de la sociedad, el trabajo dejó de estar centrado en el hogar y se originaron nuevos espacios: la escuela, la fábrica.
La familia entonces redujo su tamaño, quedando la mujer en un espacio cada vez más reducido y configurándose un “ideal maternal” constitutivo de la identidad femenina, que incluyó e incluye diversos grados de represión y discriminación.
Hay en el imaginario femenino la idea, la fantasía de que la maternidad “completa” a la mujer, tapona su falta.
Muchas veces la llegada del hijo clausura todo otro deseo en la mujer, lo cual está muy avalado por condicionamientos socioculturales: ser buenas esposas, buenas hijas, buenas madres. Estar en función y ‘sacrificarse’ por los otros.
Esta concepción de la maternidad ha planteado y sigue planteando conflictos: insatisfacción, sentimiento de culpa por dedicar tiempo a su profesión, a su trabajo o al desarrollo de una actividad por puro placer, llegando incluso a relegarse por completo en los casos extremos.
Cuando eso sucede, las consecuencias se aprecian al independizarse los hijos, dando lugar al típico “síndrome del nido vacío”, su no saber qué hacer con su ser mujer.
Este sucinto recorrido pretende visibilizar solo algunas de las encrucijadas en las que la sociedad ha puesto a las mujeres, partiendo de la posición patriarcal de dominio masculino, donde Ella queda ocupando la posición de objeto y no de un sujeto con iguales derechos que el varón.
Por dar cuenta de una de las restricciones más incomprensibles, recordemos que después de décadas de lucha -los primeros reclamos datan de finales del siglo XVIII- se consigue el voto o sufragio femenino recién en 1919 en Nueva Zelanda, en Uruguay en 1938 y en Argentina en 1951!!…
Las ‘sufragistas’ sufrieron escarnio, cárcel, torturas, proscripciones, por reclamar un derecho tan natural como el de poder elegir a sus gobernantes.
Repasando entonces desde donde partieron las mujeres el camino de la paridad de derechos, hemos avanzado muchísimo pero al mismo tiempo, queda un largo trecho por recorrer.
Todavía y en países del primer mundo, las mujeres ganan considerablemente menos que los hombres en los mismos cargos, con idéntica responsabilidad y disposición horaria…
La mujer ha demostrado ser idónea para desempeñar casi cualquier tipo de actividad en el campo de las profesiones liberales, la política, las artes en todas sus expresiones, el deporte de alta competencia, los oficios, la educación, ocupando con solvencia cargos jerárquicos hasta llegar a ser primeras mandatarias en muchos países del mundo.
Pero la lucha continúa, las conquistas se alcanzan de una en una después de largos procesos obstaculizados a través de las más diversas estrategias y siempre con oposiciones feroces.
Aun así, aquí estamos conmemorando un nuevo 8 de marzo.
Conmemorando y no festejando, porque este día, la Internacional Socialista reunida en Copenhague en 1910, lo instituyó para homenajear a las 129 mujeres que murieron quemadas en un incendio por estar haciendo una huelga para que la jornada laboral tuviese 10 horas. El triste y condenable suceso ocurrió en Nueva York, donde el dueño de la fábrica para forzarlas a abandonar el lugar cerró el edificio, provocando la muerte de todas las obreras.
Desde entonces y en casi todos los países occidentales, es una Jornada de marcha, de reflexión, de banderas en alto, de ir por todo lo que aún falta, de agradecimiento y orgullo por lo conquistado, de sororidad, de empatía.
Por la mujer obrera, la campesina, la empleada doméstica, la profesional universitaria, la madre soltera, la abandonada sin recursos, la discapacitada, la sobrecalificada, la militante.
Por la enfermera, la educadora, la víctima de violencia, la jefa de familia, la estudiante con sueños de crecimiento, la que ya retirada del trabajo de toda una vida hace magia con su magro haber jubilatorio para agasajar a sus nietos….
Por las románticas empedernidas, las fuertes, las vulnerables, las estafadas, las triunfadoras, las deprimidas, las insomnes, las creadoras, las artistas, las malabaristas que hacen milagros con recursos escasos…
Por el ama de casa de tiempo completo tantas veces con escaso o nulo reconocimiento familiar, por la trabajadora sexual que muchas veces no pudo elegir cómo no sucumbir al apremio de la vida…
Por las que escuchan, sostienen, acompañan, aconsejan, brillan, sobreviven, toleran, creen, sueñan, confían, luchan, no abandonan, no ceden sus principios…
Por las que aman desde todas las formas del amor.
Por ellas, SALUD.
*Ines Barrio es psicoanalista y escritora
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