SOCIEDAD
Supervivencia en Playa Corralito: el crudo testimonio de una mujer y su hija
Una realidad dolorosa se esconde tras la postal turística de Playa Corralito, en Carmelo, departamento de Colonia. Teresita de 55 años, y su hija de 22, viven bajo precarias lonas en la Playa Corralito, a orillas del Río de la Plata, a un costado del campamento de pescadores, desde agosto del año pasado. Su hogar anterior, ubicado en el Paseo de los Argentinos, fue rematado, dejándolas sin un techo donde guarecerse

Con la voz quebrada, Teresita relató a ELECO cómo llegaron a esta situación desesperante, situación que fue puesta en conocimiento a este medio por Ignacio Bertolino que nos puso en contacto. Tras el remate de su vivienda el 8 de agosto pasado, la falta de alternativas habitacionales las condujo a pedir ayuda en la propia playa. “Vinimos acá al corralito, mi ex compañero habló con el que le dicen el monaguillo, Juan Dasati, y le pidió un lugar y él le dijo que sí, que no había problema. Bueno, hicimos un rancho de nylon, estamos en el rancho de nylon viviendo”, cuenta con resignación.
La situación familiar también es compleja. Inicialmente, un hombre que las acompañó se separó de ellas. Su hijo, de 27 años, se mudó tras conseguir trabajo. Ahora, solo quedan Teresita y su hija, luchando día a día por sobrevivir.
La dura realidad de la supervivencia diaria
La falta de recursos es una constante en sus vidas. “Nos movemos por los vivos”, explica, señalando alguna cosa que venden a través de transmisiones en vivo por Facebook, algunos trabajos informales y ocasionales. Sin embargo, incluso esta mínima fuente de ingresos se ve obstaculizada por problemas básicos. Su teléfono celular, una herramienta crucial para contactar trabajos y comunicarse, tiene la batería dañada. “Yo no puedo hacer vivo porque no le dura la batería”, lamenta.
La electricidad es otro lujo intermitente. Gracias a la conexión informal a la red de alumbrado público, tienen luz por las noches. Durante el día, dependen de la caridad y la buena voluntad de otros. “Hasta hoy vino un muchacho y me trajo unas cositas y bueno, estos días estuvimos pasando como 3 días sin comer, solo a mate nomás”, confiesa con crudeza.
La ayuda estatal es limitada y puntual. “La ‘junta’ ya me dio la canasta, el Mides recién me ayuda en junio, porque tampoco te ayuda, porque no tengo menor a cargo, tengo mi hija de 16 en Inau”, explica Teresita, revelando otra difícil situación familiar. Su hija menor se encuentra en un hogar, y ella anhela recuperarla, aunque las condiciones precarias en las que viven dificultan este objetivo.
Un hogar de nylon vulnerable a la intemperie
El improvisado refugio de nylon no ofrece protección adecuada contra el clima. “El techo de nosotros acá se llueve todo, se llueve por todos lados, tengo que andar corriendo la cama cuando llueve, porque es horrible como se llueve”, describe
Teresita con desesperación. El piso es de tierra así que cuando llueve todo se convierte en barro. Al lado donde duerme su hija se inunda con agua y barro, y el viento representa una amenaza constante para la frágil estructura. “Yo tengo terror a los vientos fuertes, y más que es nylon y son todos palos finos que tengo en el techo y estamos solas”, añade, exponiendo su vulnerabilidad.
La seguridad y la falta de pertenencia
La preocupación por la seguridad también es latente. Ignacio, una persona cercana, expresó su inquietud por la situación de dos mujeres solas viviendo en un entorno predominantemente masculino. Si bien Teresita destaca el respeto de la mayoría de los pescadores, reconoce que la situación no es ideal. “Él me decía que nosotros no podíamos estar viviendo dos mujeres solas entre todos los hombres”, comenta.
La falta de vínculos familiares en la zona agrava su situación. “Yo no tengo familia, porque yo me quedé en un hogar de Colonia, no tengo a nadie”, revela Teresita, exponiendo su soledad y la falta de una red de apoyo.
Llamado a la solidaridad en la adversidad
El testimonio de Teresita pone de manifiesto la dura realidad que enfrentan personas desalojadas y sin recursos en Carmelo. Su historia es un llamado urgente a la solidaridad y a la búsqueda de soluciones habitacionales dignas para quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad. Mientras la vida continúa en la aparente normalidad de la playa, bajo las lonas, una madre y su hija luchan por reconstruir sus vidas en medio de la precariedad y la incertidumbre.
Los barracones
Lo dicen incluso los dirigentes blancos, los barracones nunca debieron sacarse de Carmelo porque hoy podrían servir para casos extremos como el que narramos líneas arriba. Actualmente queda una sola hilera de barracones que está siendo usada por el Ejército que tiene allí un campamento temporario desde hace ya cuatro años. Allí podrían ser alojadas estas mujeres, señala Bertolino a EL ECO “es inadmisible que en Carmelo tengamos estas situaciones y nadie haga nada” señaló, “le mandé mensaje a los 17 candidatos a alcaldes para ver si se juntan y pueden resolver esta situación”, señaló.

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