Testimonio de Verónica Benítez: “Aprendí a convivir con la dislexia”

Cuando estaba en segundo año de escuela detectaron que tenía “algún problema. No sabían si era sorda, ciega o padecía un retraso intelectual. Me trataban como retardada. Fue horrible. Si habrá sido traumático que, pese a que tengo poca memoria, me acuerdo claramente de ese tiempo”, contó a EL ECO Verónica Benítez Boné, hoy de 38 años de edad, psicóloga, radicada en Rocha.
Su problema era no lograr aprender a leer y escribir. “Cuando me dictaban yo entendía perfectamente, pero quería escribir y no podía, tampoco leer. Escribía en espejo confundiendo palabras y letras, te comés las U, ponés J por G, era horrible, frustrante, cuando comencé en segundo de escuela con la lectoescritura.”
Por la perseverancia de sus padres en llevarla a estudios médicos descartaron que no era ni sorda ni ciega, y que no tenía retardo. “Me acuerdo que mi viejo me llevaba todas las semanas al departamento de neuropsicología del Hospital de Clínicas, con pasajes del Hospital de Palmira. “Cuando me detectaron la Dislexia tuve que hacer un reaprendizaje. Aprender de otra manera a partir de tercero de escuela”, contó.
Cursó la primaria leyéndole su padre (Regino Benítez) los libros, y en tiempos donde no existía la tecnología, caso computadoras, celulares, internet. “Me acuerdo que mi viejo compró un grabador en Casa América, de esos que usaban los periodistas, en aquel entonces era carísimo. Y me daba vergüenza que mi padre me leyera, para que yo escuchara y aprendiera en la escuela. Hice el liceo gracias a que mis viejos me leían los libros. También fue muy difícil el bullying de compañeros y la falta de comprensión de algunos profesores”.
Sobre aprender idiomas “olvídate. Mi tía Marité (Boné) me ayudaba con inglés, era la única materia que me llevaba a examen. Después en quinto y sexto, por la Dislexia, tenía exoneración en idiomas”.
Luchando con los grandes obstáculos que le acarrea su patología, logró hacer la facultad. “Estudié psicología. Como es una carrera en grupos, nos juntábamos con dos compañeras de clase y ellas leían en voz alta y así logré estudiar. Sé que en facultad en vez de un ocho me ponían un cinco por los errores de ortografía, después logré que me tomaran los exámenes oralmente, y era horrible los nervios que pasaba dando examen de esa forma”.
“Aprendí a convivir con la Dislexia. Si tengo que presentar alguna tesis, tengo correctora porque es imposible evitar las faltas”, remarcó.
Cuando tenía 33 años se animó a leer literatura y descubrió que le “apasiona”. Había sido “tan frustrante” no poder leer durante su época de estudiante que rechazaba los libros. “Leo más lento, si no consigo entender algo vuelvo para atrás, y los apellidos complicados los paso por alto”.
Hay carreras que son más difíciles estudiar, pero hay otras u oficios que se pueden hacer. Verónica además de trabajar en talleres como psicóloga, se dedica a la cerámica y a la huerta orgánica en Rocha.
Para Verónica “la familia es fundamental. Si mis viejos no me hubieran apoyado, buscando un diagnóstico, yo hubiera sido analfabeta, en aquella época, 30 años atrás, en que no se sabía mucho” de esta patología neurológica.
Como cierre, dirigiéndose a los disléxicos y sus familias dijo que “todo es posible, no hay limitantes si uno se propone salir adelante”, aunque “todo cuesta más trabajo. Es muy importante el apoyo de la casa, ser feliz y no frustrarse porque no llega a lo que espera la familia”.