SOCIEDAD
Testimonio: la grandeza de una familia y la indiferencia de otros
En su muro de Facebook escribió: ¡Lo más grande que tengo es la familia! Se trata de Juan José Chozza Mendieta, un hombre de trabajo, esposo, y padre de tres hijas. Una familia con una fortaleza admirable: desde 2014 están librando una tras otra sucesivas batallas al cáncer. Primero se enfermó una de sus hijas, que ahora está de nuevo con la enfermedad, después él y luego su esposa. El 1 de marzo pasado cuando se reintegró a trabajar, no supuso que además iba a sufrir un golpe inesperado: el despido tras 18 años de actividad en la Compañía Cerealera S.A. Estos son los hechos.

Juan (49 años) acompaña permanentemente a su hija Lucrecia, de 26 años, que nuevamente esta siendo tratada por leucemia. En el 2014 se le declaró por primera vez dicha enfermedad, y transitó un largo período de internación y tratamiento.
“Yo entré nuevamente a trabajar el 1 de marzo pasado y ese mismo día me despidieron”, cuenta. Pocos días después a su hija le detectaron nuevamente la leucemia, contó a EL ECO en su casa (Bravo casi Río Negro) acompañado de su esposa, Estela Dualde, de 52 años.
A nivel social, en una comunidad pequeña como Nueva Palmira, prima la desaprobación por el despido de Juan, y la preocupación por la enfermedad que tres de los cinco miembros de la familia están atravesando desde 2014. Con el fin de ayudar para los traslados de donantes de plaquetas y otros gastos, el pasado 22 se hizo un beneficio. La colaboración de “la familia, amigos, de algunos productores, y vecinos, siempre está”, contó Juan. Y ahora el 27 de mayo se hará un concurso de pesca variada en la Playa La Agraciada organizada por el Club de Pesca y Naútico ‘Muelle Viejo’ Lo recaudado será destinada a la familia Chozza Duhalde.
“Lucre -como la llaman en la familia- fue la primera” en tener leucemia. Después enfermó Juan también, de leucemia, y su esposa Estela de cáncer de mama. Estela tiene además una distrofia muscular. Llegó un momento en que estaban los tres luchando contra el cáncer, en distintas etapas. Todo parecía encaminado en este 2018, hasta que vinieron dos golpes más.
Los hechos
Al enfermar de leucemia, Juan estuvo “17 meses y 15 días sin trabajar, con pensión y 20 mil pesos que le prestaba por mes la empresa*, en febrero me dijeron los médicos que podía reintegrarme, cuidándome de algunas cosas. Todos mis compañeros en la Compañía Cerealera estaban contentos porque volvía” (era el encargado comercial de la firma que está ubicada en Ruta 12, kilometro 3,800 de Nueva Palmira). “El Dulce -apodo de un directivo- me preguntó cómo ingresaba, si a tiempo completo o no. Le dije: voy a probar las 8 horas porque me siento bien. Todo el mundo esperando que llegara el 1 de marzo, fecha de mi retorno al trabajo. Llegó el día y los compañeros me recibieron con un cartel de bienvenida. Conversé con él (Dulce) todo estaba bien. Llamé a clientes que se habían interesado por mi salud para decirles que estaba de nuevo a las órdenes. A eso de las cinco o cinco y media de la tarde el Dulce me llama a su oficina, yo pensé que era para programar toda la actividad, pero no. Me dijo -escudándose en el directorio-, que se había decidido desvincularme de la compañía ‘por un tema económico, la crisis, la seca, los contratos de granos que no iban a poder cumplir’, que por eso achicaban gastos y como el sueldo mio era el más alto, no podían seguir teniéndome en la empresa. Sé que no es cierto porque lo que me deben pagar por el despido durante dos años es lo mismo que el sueldo que cobraba”.
Juan quedó paralizado al escuchar la palabra ‘despido’. Jamás pensó que le pasara algo así. La sorpresa fue mayor porque notó que “ya estaba todo preparado, lo que me correspondía de despido. Todo. No fue algo del momento, todo estaba pensado de antes”, según él.
Destacó que es un agradecido por los 18 años que estuvo en la empresa, porque “gran parte de lo que tengo me lo gané ahí con mi trabajo. Nadie me regaló nada, y nunca me negué a dar una mano, siempre tuve la mejor disposición”.
“Lo que me duele -en lo laboral- es que no hayan tenido en cuenta mis 18 años de trabajo en la empresa. Segundo, decirme que fuera a trabajar y la desfachatez de despedirme el mismo día que me reintegré. Y tercero: ninguno, ninguno, de los 16 socios -productores rurales de la zona- vino a decirme algo. Y con esos productores nos conocemos primero desde que yo estuve 8 años en Sofoca, y desde el 2000 en la Cerealera. En estos momentos no estoy con ánimo para hablar con ellos. Estoy concentrado en la atención de mi hija Lucre que tiene por delante un proceso largo nuevamente”. Estuvo internada en Camoc Carmelo y ahora se está tratando la enfermedad en forma ambulatoria, hasta que sea internada nuevamente para un tratamiento más especifico.
Estela por su parte lamenta no poder estar con su hija cuando la internan. Por la distrofia muscular, dice, “no tengo fuerzas para bañarla o caminar rápido si es necesario, y ella necesita muchos cuidados”.
La salud
Juan fue despedido el 1 de marzo y “el mismo mes Lucre vuelve a enfermarse. Cuatro veces cáncer en la familia. Creemos en Dios -somos católicos, agregó Estela-, pero cuando un hijo te pregunta llorando por qué me volvió a pasar de nuevo, por qué a mi de nuevo, no se sabe qué decirle”, relató Juan con una fortaleza conmovedora, como conmovedora es la unión de esta familia, el apoyo de familiares, amigos y vecinos. Y como reflexionó Juan: “en una situación así te das cuenta que la plata no hace la felicidad. Ayuda mucho. Estamos tranquilos de tener un fondo para los gastos, que son muchos. Camoc, la doctora Patricia Segura, el personal, todos, diez puntos. Si Lucre necesita algo enseguida se lo consiguen. Ahora, la prioridad es ella”.
Como escribió en su muro, Juan se enfoca en lo prioritario: ‘¡Lo más grande que tengo es la familia!’
¿Cómo ayudar?
Esa es la pregunta que gran parte de la comunidad palmirense se hace, preocupada por esta familia muy querida en el medio. Juan -al preguntarle EL ECO- respondió que por el momento están cubiertos en el tema plaquetas para su hija, han realizado donaciones, incluso la gente pagándose los pasajes cuando ha ido a donar.
Si bien todavía no han necesitado donantes de sangre, en caso de que llegaran a precisar, “las personas no deben estar tomando ningún medicamento, pesar más de 60 kilos y medir más de un metro cincuenta de estatura”, explicó.
Nancy Banchero
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