SOCIEDAD
Viñedo y bodega en Agraciada porque “el vino es para compartir”
Una hermosa historia que desemboca en plena zona urbana del pueblo de Agraciada (Soriano-Colonia): producir el mejor vino artesanal natural. Lo que comenzó siendo un hobby le cambió su estilo de vida: colgó su traje y corbata en el Este del país, se colocó bombachas (pantalón de campo) y botas y se instaló en el pueblo de Agraciada donde descubrió un “lugar soñado”. Sus vinos LBA no se venden, son para consumo personal y para compartir, incluso canjea por botellas vacías al promover el reciclaje.
Así es la pasión que lo mueve a Osvaldo Daniel Álvarez, quien se embarcó en esta aventura con el apoyo y acompañamiento de su esposa, Elisa Suárez -la “Negra”-, como la llama con cariño; un amor mutuo que se palpa en el hablar de cada uno.
Osvaldo, profesor de matemáticas y analista de sistema, es oriundo de Pando. Elisa, de Tacuarembó, es licenciada en enfermería. Ambos están hoy jubilados y dedicados a una vida social intensa, inmersos en un pueblo que incluso hace unos años ni sabían que existía: Agraciada.
Justamente este pueblo “de otro mundo, una maravilla, donde se palpa la tranquilidad y brillan las estrellas”, es el lugar que eligieron para vivir y desarrollar su hobby soñado: “producir el mejor vino natural”.
Producir vino es la genética que trae desde Piamonte, Italia. Lo mamó de su padre Celestino y hoy es su vida. Osvaldo contó a EL ECO que hasta el 2005 hizo “vino casero” con su padre. Era con “uva frutilla que compraba y se le agregaba azúcar, para consumo propio de mi padre”.
Esa labor le despertó el interés por “hacer un vino de calidad” y desde entonces empezó a interiorizarse en variedad de uvas y en el proceso adecuado para “producir un mejor vino”, ya “sin azúcar”. Evolucionó hasta llegar al punto de convertirse en viticultor como “hobby” y se introdujo de lleno al mundo del vino, cumpliendo con varios cursos, entre ellos dos de enólogo.
En ese camino, surgieron cambios de vida: jubilación, dejar su casa en Piriápolis y venir a vivir a Agraciada. Parte de una historia cargada de anécdotas. En el 2010, Elisa enfermó de neumonía y fue internada en la Asociación Española, en Montevideo, donde en la misma habitación estaba la vecina de Agraciada Griselda Pintos, al cuidado de su esposo Luis Monzón. En esa sala comenzó la amistad y fueron invitados a visitar el pueblo.
En enero de 2011 vinieron y quedaron “maravillados”, al punto que decidieron vender su propiedad en Piriápolis y trasladarse a este rincón del país. En 2012 compraron un terreno de 1100 mts.2 y en 2013 construyeron un galpón y 500 mts.2 de ese predio lo dedicaron a tener su propia viña.
No perdieron mucho tiempo. Osvaldo al principio, previo a instalarse definitivamente en el pueblo porque continuaba trabajando en Montevideo, viajaba todos los fines de semana. Junto a su hijo Sebastián “implantamos la viña, 400 plantas, siete filas de Tannat, cinco de Merlot y tres de Petit Mansegn, una uva blanca con alta graduación de alcohol”.
En junio de 2016 Osvaldo, tras jubilarse, se afincó permanentemente en Agraciada y Elisa como continuaba trabajando en la capital del país, se sumó en 2018. Desde entonces fue “un cambio radical de vida”.
En el proceso de su viñedo contó con el aporte de técnicos y entendidos en el tema, como del vecino Eduardo Roquero, del paraje Polancos (departamento de Colonia), quien le extendió una mano de forma desinteresada y a quien agradece.
Su primera vendimia fue en 2017, con 1000 kg de uva y una producción de 800 litros de vino. Este 2024 fueron 1800 kg y la producción fue de 1240 litros. También pasó de producir tres variedades de vinos a un total de once, para eso compra otras variedades de uvas en viñedos de la zona.
En este tiempo, además de capacitarse sobre el rubro, también fue sumando equipamiento para mejorar la producción: molienda, envasado, limpiadora de botella y embotelladora.
La “Casa de Vinos LBA” como se llama su emprendimiento, está registrado en Inavi (Instituto Nacional de Vitivinicultura) y Oscar es socio y secretario desde 2019 de Sovicar (Sociedad de Viticultores de Carmelo).
Destaca en conversación con EL ECO, que sus vinos “son naturales, sin agregados de mínima intervención” y que eso permite sentir el sabor de la uva. “No tienen ningún conservante”, incluso, para el mantenimiento y cura de sus viñas, utiliza productos que no afectan al medio ambiente.
Las botellas que emplea son “recicladas”, hay quienes le llevan botellas y canjea cuatro vacías por una llena, a la vez de lograr un intercambio social. Como produce para consumo personal, no hay día en que no deguste uno de ‘sus hijitos’ y lo hace con una copa, porque “es una ceremonia para mí”… son momentos para “disfrutar”.
Otro aspecto que resaltó es que lo comparte con amistades y familiares, porque “el vino es para compartir”. Y aclara que este hobby y placer es posible porque está jubilado, de lo contrario sería difícil por un tema de costos.
Feliz por su logro, que comparte con su compañera de vida Elisa, Oscar envía el mensaje: “para comenzar no hay edad”.
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