SOCIEDAD
Un 1° de Mayo en la nueva ‘normalidad’
Este viernes no habrá actos masivos. Se dificulta la posibilidad de que los trabajadores y trabajadoras podamos escuchar a nuestros líderes, aplaudir sus razones, vivar sus consignas y vibrar con la energía que trasmite el apretuje con nuestros hermanos y hermanas de situación social.
En esta tan particular circunstancia las actitudes nos definen con claridad. En el marco de una profunda crisis sanitaria, económica y social, a las mayorías nacionales no se nos reconoce derecho a usar los medios de comunicación que más llegan. Son negocios privados, “el mercado” asigna espacios y define intereses.
Veo alzarse en toda su imponente dimensión el cuarto poder. No es que no hubiera percibido antes que resultaba decisivo en la lucha política; lo sé hace muchos años y he procedido en consecuencia. De acuerdo a mis muy limitadas capacidades y oportunidades, claro.
Cuando de la prensa de tipos móviles pasamos a las rotativas, los diarios se transformaron en poderosos jugadores en el tablero político de cada país. Vale decir: los dueños de los diarios pasaron a detentar un poder importante, por lo tanto integrantes de las familias poderosas primero fundaron diarios, más adelante las familias poderosas compraron diarios.
Sí. El poder se puede comprar cuando se tiene capital suficiente. Ya en los albores del capitalismo industrial, al poder de comunicación de los grandes periódicos de la época, los trabajadores conscientes -que comenzaban a organizarse- opusieron panfletos, volantes, carteleras y boletines. Más difícil que hoy en día: peleaban con escarbadientes.
Una mirada a la historia –por distraída que sea- muestra que el poder detentado por los jefes guerreros -el poder militar- que venía del prestigio de los grandes líderes cazadores, disputaba supremacía con el de los magos, hechiceros o como quiera que se llamara a los intermediarios entre los mortales y los dioses: el poder de las religiones. Las tribus, los pueblos, eran convencidos por la fe o la fuerza: su destino era el trabajo.
En cuanto los primates devenidos en sapiens aprendieron a cultivar y domesticaron los primeros animales, se hicieron sedentarios, generaron excedentes y clases. Entonces, en gran medida se llamó progreso a la opresión y a las diferencias sociales. Aquellos primeros hombres ‘domesticaron’ también a sus mujeres a las que asignaron un papel secundario ya en las primeras aldeas.
Con el ¿avance? de la civilización, la medicina –asociada a la magia- disputa prestigio y poder a la religión, mientras aparece cada vez más claro la propiedad y el ingreso como factor decisivo. El poder económico fue comercial, industrial y es hoy financiero. Está fresco y presente el recuerdo de cruentas revoluciones burguesas contra las dinastías (noblezas por cuna y designio divino). Las burguesías emergentes -poderosas por su ‘capital’- fueron imponiendo su modelo de sociedad, pero mantuvieron y mantienen viejas instituciones en tanto sirven para sus propios intereses. Casas reales, fuerzas armadas, iglesias, mezquitas y sinagogas comparten con viejos y nuevos templos, el poder de las tradiciones y los mitos.
La industria y el comercio generan nuevas ‘clases’ y estamentos. Ganadores dentro de sistemas sociales que se fueron adaptando al desarrollo de formas y relaciones de producción que generaban nuevas “relaciones sociales”.
La riqueza, el ingreso y el poder que conllevan imponen la dictadura de las elites sobre el vulgo (los pichis de la historia). Nace la “Democracia” occidental y cristiana con vocación imperialista. El desarrollo tecnológico contemporáneo se vuelve neoliberalismo globalizador. Diez magnates acaparan más riqueza que la mitad de la humanidad. En cada Estado Nacional el 1% hace otro tanto.
Se revolucionan las capacidades de las comunicaciones y el poder de los medios. Se concentra la propiedad, el dominio de los grandes medios -los que importan-, siguiendo la lógica del sistema.
Es en el marco de estas desordenadas reflexiones que intento entender, en toda su dimensión, la decisión del presidente Lacalle: No se permite al Pit-Cnt el uso de la cadena de radios y televisoras.
El mensaje de los trabajadores organizados importa demasiado como para permitir su difusión masiva. Las radios y los canales privados confrontan radicalmente con los intereses populares, no hay chances de que sea por su iniciativa que el mensaje se difunda sin intermediaciones interesadas.
La plataforma de este 1° de Mayo tendrá difusión amplia y discusión profunda. Veremos en el interior, transformado cada vez más en reducto conservador, como asume cada uno la pertenencia de clase. Que eso resume todo el sentido de estas conmemoraciones. Conciencia, organización y lucha contra la deshumanización capitalista en este 1° de Mayo en el que lo urgente es la solidaridad. Una solidaridad sin las listas políticas.
David Rabinovich, periodista
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